
Para su información, Barriga Verde, existe, estaba en un museo y, antes de eso, perdido entre recuerdos infantiles. Y antes de antes, iba recorriendo las fiestas gallegas. Y antes de antes de antes, nació extremeño de padres franceses y estirpe napolitana.
Para nuestra información, Barriga Verde nunca tuvo importancia. Ni la quiso, ni se la dieron. Solo así pudo ser la nota discordante en una España vigilada muy de cerca. Barriga Verde recorrió Galicia refugiado en un pequeño teatro ambulante llamado “Melodías de España”, propiedad de la familia Silvent. durante los largos y oscuros años de la posguerra y muchos más años oscuros después. Barriga Verde tenía la inmunidad del bufón al que nadie daba importancia.
Sólo así se entiende que pudiera vagar libre por las ciudades, pueblos y aldeas contando sus historias malhabladas e irreverentes. Soldados, curas, caciques, demonios que salían a escena a ser vencidos una y otra vez a golpes de cachiporra.
Cuando las gentes pensaron que ya no hacía falta seguir ganando esas pequeñas batallas. Barriga Verde y José Silvent cerraron la barraca y se fueron casi en silencio.
Más de cuarenta años después, ya no estábamos tan seguros de que nos hiciera falta falta un Barriga Verde. Lo trataron de encerrar en una vitrina y así manternerlo callado, pero esa solución no sirvió de nada. Barriga Verde nació para recorrer los parques y las plazas burlándose del poderoso.
Una noche de verano, calurosa en exceso, bien por el cambio climático, bien por el cambio de los tiempos, Barriga Verde ideó la manera de salir del museo. Mientras Borja Isúa, el de Alakran Teatro, dormía se incrustó en su mano a través de una complicada operación analógica. Borja despertó y desesperado intentó chillar, pero Barriga Verde aprovechó la boca abierta para hacerle tragar una lengueta de plata. En calzoncillos salió al balcón tocando la gaita y graznando algo así como “¡Eu son Barriga Verde!”
Y salieron juntos de nuevo a los caminos como vulgares titiriteros sin importancia, dispuestos a desfacer entuertos, encontrar al barquero que contaba verdades, darle un cachiporrazo a cualquier autoridad, hacer chorizos con los demonios y, si alguien les obligaba a matar un toro, hacerlo por el culo, que para eso tienen el agujero hecho.
De esta guisa, armados de cachiporra y gaita, se presentaron en el jardín de Cecilio Albendea, en mitad de Titiricuenca. Allí repartieron cuandos palo pudieron a diestro y siniestro, o al revés. Sacaron risas inocentes a los niños y picaronas a los mayores. Al acabar la función se fueron la Rosiña y Barriga Verde a Tenerife a gastarse los dinerillos del padre y a comerse los choricillos de diablo a la orilla del mar no sea que a alguien se le ocurra volver a meterlo en la vitrina.
Por si acaso, hasta el 8 de octubre se puede ver en Tolosa la exposición “Barriga Verde. De feria en feria.”, aunque casi mejor disfrutarlo en libertad en cualquier plaza. Y si puede ser, mejor a la hora de la siesta, por eso de molestar. Porque si no molesta, no produciría gases.
Fotografía de Nereida Dusten
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[…] artículo se publicó originariamente con fotografías de Nereida Dusten en Makinguclm y Espacies el 20 de junio de […]
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