Las dos caras de Esteban Lisa

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En estos momento podemos visitar dos exposiciones simultáneamente de Esteban Lisa, uno no de los pioneros de la abstracción española. Ambas están ubicadas en dos espacios expositivos maravillosos y ambas están en compañía. Al observador despistado les puede parecer dos exposiciones muy iguales. Tan iguales como esos 35×22 centímetros en los que Esteban Lisa se obstinó toda su vida en plasmar su cosmovisión, palabra que nunca se podrá usar más literalmente. En ambas exposiciones el artista toledano dialoga con el arte abstracto que le sucedió.

En la muestra que podemos contemplar en el Museo Abstracto de Cuenca bajo el título «Gabinete Abstracto», Esteban Lisa presenta sus credenciales de pionero en la casa de los grandes del arte abstracto español. En dos coquetas salas de lo que fue la casa del Canónigo Gonzalo González de Cañamares, allá por el siglo XVI. Deslumbrados por la belleza de lugar y el magistral gusto que pone la fundacion Juan March en todos sus montajes, la obra de Esteban Lisa crece y se muestra con todo el esplendor del artista que fue fiel en su búsqueda hasta que una vez alcanzados sus objetivos guardó los pinceles para siempre en 1977. En el museo de Cuenca se llega a la pequeña exposición después de haber sido deslumbrado por la maravillosa y coqueta biblioteca de Zóbel y finaliza en una sala oscura desde la que se accede a la luminosidad de la exposición permanente.

La segunda exposición es la que se encuentra en el Museo de Ciudad Real, en otro espacio maravilloso como es el antiguo claustro del convento de la Merced. En esta muestra Lisa dialoga con su discípulo directo Pietro Espada. El amado discípulo que colaboró con el maestro en la fundación de la Escuela de Arte Moderno las Cuatro Dimensiones de Buenos Aires y se trasladó a Uruguay para extender las teorías de la Cosmovisión de su maestro.
Lisa y Spada van cruzándose en la sala a través de más de cincuentra obras. Treinta del maestro, veinticuatro del discípulo, una de María Spada y una última firmada a tres manos entre Spada, Zylberberg y Velázquez.

Las obras se van alternando en una cronología que el visitante supone de biografías cruzadas. Las de Lisa van desde 1941 hasta 1974 en ubicación cronológica y se van salpicando con las de Espada que están firmadas desde 1952 hasta 2014. Las piezas de uno y otro son difíciles de distinguir a primera vista. Tampoco en el tamaño, aunque Pietro Spada se da un poquito más de margen y su tamaño estándar es tres centímetros más ancho.
Esta obsesión por la medida estándar, por la nula concesión a los grandes formatos y a la espectacularidad. Lisa decía que no necesitaba más. Todo podía estar en ese tamaño. El resto eran solo fuegos artificiales.

Esteban Lisa, pintor toledano (Hinojosa de San Vicente, 1895) y Pietro Spada (Leporano, 1927) tratan de atraer la mirada del visitante despistado que siente la llamada de un San Bartolomé que se asoma por momento al claustro y que atrae a las salas barrocas. Lisa y Pietro Spada dialogan para un auditorio imaginario que espera al sol del claustro cubierto del antiguo convento. El visitante gira rápidamente y el despistado corre el riesgo no dar importancia a lo que tiene ante sus ojos. Dos montajes distintos para descubrir la figura de Esteban Lisa tras la exposición antológica que en el año 2013 se celebró en el Museo de Santa Cruz de Toledo.

Antes de pasar la página y para ser justos en la comparación, hay que destacar el nivel de las muestras que últimamente acoge el Museo de Ciudad Real que en la actualidad además de este «Encuentro Artístico» entre Lisa y Spada muestra una exposición maravillosa sobre Alfredo Castañeda bajo el título de «El otro que lleva mi nombre». Granito a granito encontrará su sitio y va por buen camino.

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