
La artista de la colombiana, Totó la Momposina, es este año la artista que recibirá el premio La Mar de Músicas que ha sido entregado en anteriores ediciones a Oumou Sangaré, Susana Baca, Cheick Lo, Pablo Milanés, Omara Portuondo y Gino Paoli.
El ayuntamiento de Cartagena le ha concedido este premio por «dedicar toda una vida a la difusión internacional de la música de la costa caribeña de Colombia, por ser una innovadora inquieta y por continuar incansablemente promoviendo la música de su tierra natal impulsada por la pasión y la alegría».
En este concierto tan especial estará acompañada por la guineana Djanka Diabate y la tibetana Yungchen Lhamo que compartirán con Totó La Momposina alguna de sus cumbias y que dejarán sin duda momentos tan especiales sobre el escenario del Auditorio El Batel como los que nos brindaron el año pasado Victor Manuel o Rozalén acompañando a Pablo Milanés, el dúo de Juan Perro con Omara Portuondo o el inolvidable «Sensa fine» que en 2015 protagonizaron Gino Paoli y Silvia Pérez Cruz.
Los antepasados de Totó provienen de la aldea de Talaigua, en el corazón de una isla en el gran río Magdalena, llamada Mompox (de ahí ‘la Momposina’). El río, que nace en los Andes, se extiende a más de mil millas hacia el Caribe. En el siglo XVI, las invasiones españolas obligaron a los indios aborigenes – los habitantes originales de Mompox – a huir a los bosques más densos de la isla. En años posteriores, los esclavos fugitivos se casaron con los habitantes nativos. «La música que yo hago», explica Totó, «tiene sus raíces en una raza mixta; siendo africana e india, el corazón de la música es completamente percutiva».
La cumbia es uno de los ritmos y danzas de Colombia más conocidos. Este ritmo es poderosamente hipnótico y junto con la danza y su traje, un buen ejemplo de la mezcla de influencias indias, españolas y africanas. La danza se originó como una danza de cortejo entre hombres africanos y mujeres indígenas en el momento cuando las dos comunidades comenzaron a crear una nueva cultura. En este suave, baile sensual las mujeres sostienen velas encendidas mientras las parejas forman parte de una gran rueda.
Totó la Momposina representa como nadie la tradición de la costa caribeña de Colombia conocida mundialmente desde su participación en varios conciertos Womad en lo años ochenta y noventa. En 1982 acompañó como parte de la delegación Colombiana a Gabriel García Márquez a Estocolmo para actuar en la ceremonia de entrega del Premio Nobel. «En sus espectáculos hay cabida para la danza, buen complemento para una colección de canciones en la que no faltan cumbias, guarachas, bullerengues, garabatos, boleros, merengues, sones, porros, tamboras, puyas o gaitas. Un repertorio que desprende aromas de su tierra desde la primera hasta la última de sus entregas discográfica. Ella es un claro ejemplo del orgullo de tener cultura y dignidad propia», dijeron en su día para presentarla en su anterior visita a Cartagena.
Totó se radicó en Francia durante unos años, realizando estudios en la Universidad de la Sorbonne de historia de la danza, coreografía y ritmo y organización de espectáculos. Así empezó a presentarse ampliamente en Europa, aunque con mayor frecuencia en Francia y Alemania. Grabó su primer álbum durante este período en París, ‘Totó La Momposina y Sus Tambores, La Colombie’ para Auvidisc y contribuyo a la elaboración de Colombia “La Ceiba” para ASPIC.
Por invitación del WOMAD, en 1984 dio sus primeros conciertos en Inglaterra. En 1987 regresó a Colombia y realizó conciertos en América Latina y el Caribe. Ella también pasó un tiempo en Cuba, donde estudió el bolero.
Totó la Momposina ya visitó La Mar de Músicas en el año 2010 en un concierto que formó parte de la gira de su disco La Bodega55. «Algo que tengo muy claro en cuanto mi herencia musical es que la música es como el hombre: Debe crecer y no quedarse en un museo o en lamentaciones», dijo en aquella ocasión.
Ocho años después, Totó la Momposina regresa a La Mar de Músicas, en esta ocasión para recoger un merecido premio a una carrera que durante más de treinta años ha mantenido viva y creativa las ramas nuevas de la tradición.