La Mar de Músicas, nueve días para vivirla, pero un año para disfrutarla

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Decía el filósofo danés Søren Kierkegaard que «La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante» y en esas andamos. Hemos vivido en este 2018 una intensa edición de La Mar de Músicas que ha tenido momentos brillantes, pero ahora que se baja el telón con un récord de asistencia de casi cincuenta mil espectadores, que los focos mediáticos desaparecen y que los programadores se encierran en sus cuarteles de invierno para preparar la edición 2019 llega el momento de que tratemos de comprender lo vivido, lo visto y lo escuchado en Cartagena estos intensos días de finales de julio.

Queda muchas cosas que apetecen contar y que todavía andan dando vueltas en los tinteros. Hablar de las cantadoras como Totó, del flamenco entre lágrimas de Alba Molina, de los tambores marineros de Eivør Pálsdóttir, del Mali de Fatoumata Diawara, de la cabeza en el piano de Sobral o de la maravillosa frescura de los grupos locales que ya nacieron con La Mar de Músicas. También habría tinta si hubiera tiempo para hablar del arte danés o del no arte y del escritor que borraba palabras. Algunas serán escritas, otras pasarán al olvido, como ha de ser.

Ha sido una edición intensa que ha cruzado muchos caminos y no sólo los de la llamada World Music. Hemos disfrutado de mucho y buen jazz y también del tradicional concierto flamenco, en esta ocasión más mirando a los clásicos que hacia la vanguardia como fueron en años anteriores El Niño de Elche o Rosalía. También hemos tenido mucha música anglosajona para nostálgicos. No han faltado los fenómenos televisivos e instagrámicos y la música dedicada a enganchar público nuevo. Muchas propuestas para muchos públicos distintos. Propuestas que a veces juegan peligrosamente en el difícil equilibrio de contentar a todos dentro de una evolución natural necesaria. Aunque para los más puristas ha nacido una Mar de Músicas dentro de la Mar de Músicas en el Patio del Antiguo CIM (Facultad de Ciencias de la empresa) que, salvo imprevistos de última hora, ha sido una auténtica joya de sonidos.

Cosas que habrá que contar con reposo porque para eso sirve también La Mar de Músicas, para cargar la mochila de nuevas influencias y nuevas experiencias con las que armarse creativamente.

La Mar de Músicas sólo puede ser vivida durante nueve días, pero necesita un año para disfrutarla. Kierkegaard de Cartagena.

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