Sólo James Rhodes ha estado a la altura de la Joven Orquesta de Castilla-La Mancha en el año que acaba, lo cual no deja de tener su mérito, porque el Teatro Auditorio de Cuenca ha rozado el lleno en numerosas ocasiones este año 2018 que se nos escapa entre los dedos. Ayer fue de lleno absoluto y rotundo. Gentes llegadas desde todos los rincones de la región dieron a este día de la Constitución un ambiente de partido grande. La emoción se respiró durante toda la jornada en calles, restaurantes y cafeterías de la ciudad. Todo el mundo esperaba a las seis y media de la tarde. Desde varias horas antes el parking del Auditorio tenía casi completas sus tres plantas y en los aledaños las familias esperaban poder dar el último abrazo a los jóvenes músicos antes de salir al escenario.
Los últimos seis días han sido de intenso trabajo de los más de noventa jóvenes que pasaron las pruebas de selección para formar parte de la nueva Joven Orquesta de Castilla-La Mancha, un proyecto largamente soñado y acariciado que por fin se ha recuperado. Seis días de aprendizaje no sólo en la parte musical, sino también en la parte personal, pues durante este tiempo han pasado de ser desconocidos a compartir un momento que marcará la biografía personal de todos los participantes. Bajo el mando del director Martín Baeza, de la directora artística María Martín-Portugués, de los catorce profesores de los conservatorios profesionales de Castilla-La Mancha y el mimo de Yolanda Rozalén y todo el personal de la Consejería de Educación y Cultura se han convertido en una orquesta en un tiempo récord.
Una fecha, 6 de diciembre de 2018, que marcará un hito, un nuevo punto de partida para recuperar esta iniciativa. El trabajo no ha hecho más que empezar. Sobre el escenario, noventa y tres jóvenes castellano-manchegos que son el espejo de lo mejor que nos puede deparar el futuro. Sobre el escenario ilusión, miradas cómplices, sonrisas y muchos nervios. Era el gran día. Ese día por el que han trabajado durante años y años.
Entre bastidores, la tensión de presentarse ante las setecientas personas que llenaban el Teatro-Auditorio de Cuenca. Movimientos que todavía no se han convertido en rutina y algunas manos temblorosas. Ding. Un sólo golpe de triángulo. Preciso. En el momento justo. Un ding largamente esperado y ensayado. Todo el universo de la música condensado en ese ding. La cabeza piensa demasiado rápido. Teme que se suelte el soporte del triángulo o que se suelte el porta triángulos, que golpee contra algo o lo más terrible de todo, que el ding suene a destiempo e invalide toda la sinfonía. Ding. Todo la ilusión puesta en ese ding. Se contiene la respiración. Se ensaya una y otra vez. Días y días. Suena el ding que pone el punto final. Un segundo. Aplausos.
Ese ding es el final del concierto y el principio del camino. Aún queda mucho por andar. Debe recorrer todos los lugares de esta región, hasta convertirse en ese eslabón tan importante que va desde el Conservatorio hasta el ejercicio profesional. Un eslabón imprescindible. Necesario. Vital. Aplausos.
La Joven Orquesta de Castilla-La Mancha actuó por primera vez en esta nueva etapa el día 6 de diciembre de 2018 en el Teatro Auditorio de Cuenca bajo la dirección de Martín Baeza-Rubio. Interpretó un programa en el que la primera parte estuvo compuesta de fragmentos de Carmen de Bizet, Goyescas de Granados, Doña Francisquita de Amadeo Vives, Suspiros de España de Antonio Álvarez y La Vida Breve de Manuel de Falla. La segunda parte del programa se interpretó la Sinfonía nº9 en mi menor Op. 95 «del nuevo mundo» de Antonín Dvořák. La JOCLM se presentó en su etapa anterior en este mismo Teatro Auditorio de Cuenca el 10 de abril de 2015, bajo la dirección de Miguel Ortega.
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[…] Este artículo fue publicado el 7 de diciembre de 2018 en Espacies […]
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