El videoartista americano Bill Viola, que estos meses expone en Cuenca, representa como nadie las contradicciones del ser humano contemporáneo, sus dudas existenciales en un océano de sincretismo espiritual, la búsqueda de referentes en mitologías clásicas que ya le son ajenas, la conflictiva convivencia entre arte y mercado o los sentimientos contradictorios que nos produce convivir con la alta tecnología.
La selección de piezas magníficamente presentadas que podemos encontrar en «Vía Mística» se aleja del concepto de retrospectiva que pudimos ver justo hace un año en el Museo Guggenheim Bilbao y se aproxima más a lo que podríamos definir como una muestra biográfica, donde podemos encontrar en una selección de dieciséis piezas los hitos que han marcado la trayectoria vital del artista neoyorkino desde sus comienzos en el videoestudio florentino Art/Tapes/22 y su paso por Japón, hasta su cénit creativo o su conversión en un artista-franquicia, lo que convierte a esta muestra en una excelente ocasión para visualizar el devenir del arte en los últimos cincuenta años.
El videoartista siempre ha trabajado sobre el concepto de dualidad y en esta muestra se lleva hasta su expresión más radical en todos los sentidos.

La muestra divide sus diecinueve piezas en cuatro sedes, dos de ellas iglesias desacralizadas, San Andrés y San Miguel, un antiguo convento convertido en escuela de arte, la actual Escuela de Arte Cruz Novillo, otrora convento de clausura, y el imprescindible Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca. En «Vía Mística» además se integra la visita a un reabierto Museo de la Semana Santa de Cuenca y una serie de proyecciones, análisis y debates que se realizarán en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca en sesiones limitadas a cuarenta personas y donde se exhibirán piezas realizadas entre 1976 y 1986, época esencial de Bill Viola como creador plástico y base de su corpus creativo.
El videoartista siempre ha trabajado sobre el concepto de dualidad y en esta muestra se lleva hasta su expresión más radical en todos los sentidos, pudiendo disfrutar de piezas de su época más vanguardista hasta aquellas que transitan por caminos más fáciles y comerciales. Iglesias desacralizadas en las que el trabajo del Bill Viola Studio trata de integrar las piezas de su artista-franquicia buscando un diálogo con el espacio sagrado que siempre es impactante emocional y visualmente para el espectador, pero que en ocasiones da la impresión de querer aislarse como si de una especie de caverna interior se tratara.
Un Bill Viola más íntimo que se enfrenta aterrado, como todos los seres humanos, a la visión de su propia muerte.
El gótico luchó durante siglos por encontrar a Dios abriendo grandes ventanales. Bill Viola Studio trata de hallar su «Vía Mística» pintándolos de negro, convirtiéndose en la única luz e imponiéndose como único sonido posible. Demasiada luz para meditar, parece decirnos. En su obra, un torrente visual cargado de influencias que van desde la iconografía renacentista de los Uffici, el martirologio católico, el pensamiento sufí, la meditación zen, el eterno retorno de Nietzsche, la obsolescencia de la materia humana o los ecos wagnerianos. Todos estos ingredientes que podrían parecernos difícilmente digeribles, pero gracias al trabajo del Bill Viola Studio, se transforman en elementos comprensibles y “al alcance de todo el mundo”, como bien explica Kira Perov, directora ejecutiva del Bill Viola Studio. La propia Kira Perov recalca que la ausencia de lenguaje y el entorno de la ciudad de Cuenca proporcionan nuevas resonancias a la obra de Bill Viola, lo que deja un amplio margen para el descubrimiento y la reflexión. También contribuye a ello que la Iglesia de San Miguel, espacio central de la exposición, alberga las obras más potentes visualmente, con referencias simbólicas más claras, y sobre todo, con una estructura lineal y no en bucle, con un principio y un final definidos.
Un torrente visual cargado de influencias que van desde la iconografía renacentista de los Uffici, el martirologio católico, el pensamiento sufí, la meditación zen, el eterno retorno de Nietzsche, la obsolescencia de la materia humana o los ecos wagnerianos.

Tiempo, espacio, contexto
No es irrelevante el orden en el que se visitan los espacios, pues éstos estructuran el discurso de «Vía Mística». Comenzar por el Museo de Arte Abstracto pone en contacto al visitante con el autor, descubriendo su parte más íntima, como presentando sus respetos a la ciudad y a los artistas que habitaron en ella simbolizados en este maravilloso museo enclavado en las Casas Colgadas. El itinerario continúa por la iglesia del antiguo convento de Las Angélicas, hoy convertido en sala de exposiciones, donde nos encontraremos con un Bill Viola más íntimo que se enfrenta aterrado, como todos los seres humanos, al paso del tiempo y a la visión de la propia muerte. Después, nos dejamos llevar por la gravedad, hasta llegar a la iglesia de San Miguel, ya en la hoz del río Júcar, donde encontraremos a un Bill Viola más espectacular y hasta, si se me permite, más cinematográfico, recordando en ocasiones al diálogo que establece el Peter Greenaway más reciente con obras como «La ronda de noche de Rembrandt» o «Las voces de Caná de Veronese».
Unas obras que tratan de hacerse comprensibles para el gran público apoyadas en referencias culturales más claras, alta tecnología y estructuras lineales, con principio y final, intensos contrastes de color sobre fondos neutros, principios elementales, santos, Cristos yacentes y fuego purificador. Todos estos ingredientes sumados a su exhibición en una antigua iglesia ubicada en una espectacular hoz del río Júcar que remonta sus primeras piedras al siglo XIII, marcará sin duda un hito artístico en la memoria de la ciudad. Es posible que su condición de neoyorkino le haga perderse en la iconografía europea y católica que computa siete mil treinta santos oficiales, aunque las gentes del pueblo siempre reconocieron muchos más y muchos más también fueron los mártires olvidados que no subieron ni a estos altares ni a ninguno. Por eso, tampoco importa demasiado, al fin y al cabo, todos estamos ya perdidos en martirologios antiguos. Demasiados cadáveres torturados tenemos en nuestros telediarios cotidianos. Demasiada sangre todavía fresca. Demasiados seres humanos sufriendo en cada rincón del planeta. Quizá sea ese el mensaje, o quizá nos habla de que la tierra está enfurecida y clama venganza. Eso no lo sabemos ni lo sabremos, pues si algo caracteriza a Bill Viola y a su estudio es dejar que cada uno haga sus interpretaciones personales. Sea.
“Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando”. San Juan de la Cruz

Mensajes amnióticos
Tras salir de la impactante instalación de la Iglesia de San Miguel, las calles empedradas de Cuenca nos devuelven a la realidad, descendiendo por la calle Alfonso VIII llegaremos a la Iglesia de San Andrés. El eterno retorno, volver a la soledad, a lo que se vivirá después de que los aplausos hayan cesado y el artista vuelva a su estudio, el actor a su camerino y el muerto a su ataúd. Lejos queda aquella primera gran muestra española que en 1993 tituló el Reina Sofia como «Más allá de la mirada». Entremos en cualquier momento y que sean nuestros pasos los que marquen el momento exacto de traspasar el umbral. Crucemos las puertas de San Andrés recordando los versos de San Juan de la Cruz “Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando”. Allí nos espera «El Mensajero», la obra más antigua de la muestra, producida en 1996.
«El Mensajero» es un salto hacia el futuro y hacia al pasado al mismo tiempo. Obra fundacional y obra que cierra un tiempo.
Entonces tendremos la impresión de encontrar al propio Bill Viola esperándonos en esa oscuridad tan intrigante y creativa que tan bien han usado muchos grandes artistas y que tan bien definía ya en sus textos de los ochenta. «El Mensajero» se convierte en el eje sobre el que pivota la muestra de Bill Viola. Un salto hacia el futuro y hacia al pasado al mismo tiempo. Obra fundacional y obra que cierra un tiempo. Puede incluso que estemos ante la verdadera obra maestra del videoarte que resume la soledad del ser contemporáneo. Líquido amniótico que nos hipnotiza y sobre la que tantos creadores de todos los tiempos han posado su mirada. Líquido amniótico que se convierte en cárcel humana en el Matrix de las hoy hermanas Wachowski. Líquido amniótico en el que trataba de atrapar los dólares el Curt Cobain bebé en Nevermind.
Dejémonos transportar y sumerjámonos. Sentémonos en el único banco corrido que dejaron los tiempos, las guerras y las comisarias de la exposición. Sentémonos en el centro de la única nave de la Iglesia de San Andrés en cualquier fría tarde del invierno conquense. En soledad, alejados de los ecos wagnerianos de San Miguel, allí sentiremos de nuevo el paso del tiempo y la fragilidad humana. Acabemos siendo los sumergidos. Sintamos la hipotermia en nuestra piel. Eterno retorno de un Sísifo que está condenado por toda la eternidad a salir de nuevo a la superficie para volver a morir ahogado cada seis minutos. En cada exhalación parece tratar de recordarnos el mensaje que alguien escribió en los muros de la Catedral de Cuenca en el siglo XVI “De victis militibus mors triumphat”. Seguimos en el camino.
Bill Viola: «Vía Mística» se puede visitar en Cuenca (España) desde el 18 de octubre de 2018 hasta el 24 de febrero de 2019. Se pueden comprar las entradas en el Centro de Atención al Visitante cercano a la Plaza Mayor de Cuenca por un precio general de cinco euros. Allí le proporcionarán un plano guía para poder realizar el itinerario. La muestra no ofrece servicio de visitas guiadas por expreso deseo del artista y de las comisarias de la exposición Kira Perov, Carmen Olivié y Carla Luelmo. «Vía Mística» es una muestra promovida por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y organizada por Eulen Art que cuenta con el diseño museográfico de Trem Studio y el equipamiento técnico de 235 Media, Colonia.
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[…] Si quieres saber más sobre esta exposición puedes leer Bill Viola y los dioses mestizos. Exposición “Vía Mística” en Cuenca […]
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