Esto sí es la casa de Carlota Ferrer

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Federico García Lorca es tan grande que en su pecho hay un Federico para cada uno de nosotros. La Casa de Bernarda Alba es un caserón tan grande que todos estamos encerrados dentro sin que exista la posibilidad de encontrarnos nunca. Quizá sea del mismo tamaño que la biblioteca de Borges o que los molinos de Cervantes. En este laberinto infinito de pasillos, cada uno ve por su ventana cosas diferentes y Carlota Ferrer ve las suyas, que no tiene que ser las mismas que las de.nadie.

Carlota Ferrer nos habló de su no-casa antes de que entrasemos a ella y se cerrase la puerta tras nosotros. Pero, tantas veces hemos leído, hemos imaginado, hemos visto a Bernarda, que cada uno de nosotros tiene en su mente una Bernarda y una Adela distintas. Tenemos una imagen persona de cómo son cada una de las habitaciones o cada uno de sus moradoras. Pero esta no es la casa de Bernarda Alba, es la casa de Bernarda Alba imaginada por Carlota Ferrer. Como una matrioshka infinita de casas dentro de casas, la que vemos sobre el escenario tiene las paredes y el suelo blancos como un museo de Arte Contemporáneo. Está poblada de hombres vestidos de mujer que portan banderas moradas y cuando no están sobre el escenario se transmutan en seis grandes perros de la moral que vigilan noche y día para que nadie en esa casa pueda caer en la tentación.

Aquí no entra la luz del día y estos seres desorientados recorren sonámbulos los pasillos infinitos de este caserón. Buscan una salida o una rendija por la que entre el aire de la calle. Nosotros, el público, asistimos atónitos mirando por la cerradura, creyendo no ser vistos y tratando de poner orden en este sinsentido. Adivinamos la voz de Lorca y sabemos que son palabras escritas hace tantos años como miserias, pero por momentos creemos estar en nuestra nuestras propia pesadillas en la que todo es confusamente real.

En una charla previa, Carlota Ferrer trató de explicarnos cómo había llegado hasta ahí. Afortunadamente el arte es tan difícil de explicar que no nos evitó la sorpresa de lo que se escondía tras el telón de plástico. Trató de darnos claves para entender alguna de las metáforas que íbamos a ver sobre el escenario. Apenas fue un mínimo respiro. En esta lectura poética personal hay visiones que compartimos y coreografías reveladoras, pero también momentos contradictorios e incluso opuestos a nuestra Casa.

Esta es una lectura con poso, compleja y estimulante que guardaremos en la memoria como referencia. En ella hay momentos magistrales como el violín que convierte sus cuerdas en los hilos de las marionetas que somos muchas veces y que nos transforman en un personaje más del retablillo lorquiano. También hay momentos que no entendemos ni compartimos. Es lo bello del arte. No tenemos que estar de acuerdo. Al fin y al cabo el cristal  por el que se mira es el suyo y esta es su Casa. Hombres bellos, atléticos y bien peinados dan vida a las hijas de Bernarda Alba. Algunos “vómitos activistas” que entendemos como las notas al margen de alguien que trata de salir indemne de un historia obsesiva y asfixiante.

En la casa de Carlota Ferrer nada nos es indiferente. Esta casa nos apasiona y nos disgusta al mismo tiempo, con la misma pasión. En menos de dos horas nos ofende, nos enfada, nos enoja, nos asquea, nos enamora, nos embelesa, nos incomoda y nos hipnotiza. Coincidimos o divergimos con la misma radicalidad. Sentimientos. Ambivalencia. Riqueza. Teatro. No hay silencio posible.

Esto no es la casa de Bernarda Alba se representó en el Teatro Auditorio de Cuenca el 9 de marzo de 2018. Esa misma mañana Carlota Ferrer habló del proceso de creación de esta obra dentro de las III Jornadas de Investigación Teatral dirigidas por Patricia González.

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Esto sí es la casa de Carlota Ferrer – José An. Montero 05/06/2019 - 8:34 AM

[…] Este artículo se publicó el 10 de marzo de 2018 en Espacies […]

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