
La lluvia cae con las ganas acumuladas de un otoño que aún no lo parecía. Al final de las largas escaleras que llevan hasta el Paraninfo Universitario se oía ese sonido de voces entremezcladas típico de recreo de instituto y a mitad de camino una mesa repleta de libros parecían estar esperando que, de un momento a otro, aparecieran avalanchas de lectores sedientos de poesía.
Dentro, el público de las primeras filas esperaba al poeta o al cantautor. En las últimas, un centenar de estudiantes de secundaria mezclaban la alegría de haberse saltado un día de clase con la cara de aburrimiento de haber sido traídos a un recital poético. En medio, nadie, como casi siempre en este mundo de extremos.
Sobre el escenario una guitarra y una mesa con algunos libros. Tensa espera con el oído atento al principio del largo pasillo de escaleras por si al dondo se oía llegar a quien llenase las filas intermedias. Tras unos minutos tensos de deambular frenético de gentes la prosa dio paso a la poesía.

Marwan, el poeta de verso sabinero, de metáforas vividas, arrancó con sus historias de métricas variables. Cuentos de hadas del joven palestino que llega al Madrid de la primavera parisina, alguna historia de amor y muchas de intenso desamor, que arrancaron el pudor propio del poeta que, alejado de la adolescencia, no sabe como serán acogidas sus palabras de cuerpos desnudos entre este público.
Desconocidos ambos. El poeta de su público y el público de este tipo que se hace llamar poeta, al que miran con la extrañeza de encontrarse ante un espécimen desconocido cual rata topo desnuda.
Si no habían sido suficientes los versos para romper los muros, Marwan volvió a acariciar la guitarra de la que una bicicleta fuera de todo carril le tenía apartado desde hace unos mese, para que las historias de desamores fueran asmliadas como propias. Tanto se rompieron las distancias que la guitarra se soltó de su cordón eléctrico y el cantautor paseo entre el público que a esas alturas del poema ya había abandonado las últimas filas y el resto ya fue contar y cantar. Su primer recital de poesía siempre será el de Marwan.

Entre los versos que Marwan recitó esa mañana de otoño en el Paraninfo Universitario del Campus de Cuenca dentro del ciclo “Los libros viajan por la provincia” organizado por la Diputación de Cuenca estuvieron los que forman ‘Contienentes’ que tomamos prestados de su página web para juntarnos alrededor de la hoguera y volver a recitarlos.

Si medio mundo muere de inanición y el otro de anorexia
Si medio mundo se muere de colesterol y el otro de miseria
GERMÁN GONZÁLEZ
Y pienso en África,
en el esqueleto raquítico de su suerte,
en las piernas de alambre de la miseria,
en sus países hechos de cucharas vacías,
donde a la democracia se la mira como a un intruso
y la esperanza no es más que una calle cortada.
Europa, la vieja mujer que nos contiene,
donde la justicia es un ciudadano ilegal.
Mujer que abre con la cadena echada al inmigrante
que fabrica muros de agua contra la pobreza
y se ampara en un estrecho mar
que diferencia el hambre de la obesidad:
una única moneda, muchas tristezas diferentes.
América del Norte,
combate a tumba abierta,
genialidad y salsa barbacoa,
sus inolvidables solos de trompeta
y sus avenidas de colesterol,
una película de Woody Allen
y el tinte color dólar de Britney Spears,
las poesías armadas de Dylan
tachando las patrullas fronterizas:
empate técnico, combate en tablas.
Sudamérica con el cuerpo a la intemperie,
bossa nova y favelas,
tango y corralito,
que reza a nuestros dioses
que habla nuestras lenguas
que arrastra la losa colonial por sus ciudades.
Las piernas de la miseria jugando al balón en Copacabana,
la belleza disparando en las laderas Incas de Perú,
los bronquios talados del Amazonas,
la cocaína inacabable del cartel de Medellín.
Sudamérica no cabe en una cámara de fotos,
Sudamérica cena arroz con frijoles,
es la mujer más vieja del mundo,
es el niño más hospitalario del planeta,
es una niña convaleciente que se recupera,
Sudamérica es una metáfora de Silvio.
Sudamérica Aymara, Quechua, Guaraní,
Sudamérica Mapuche, Inca, Charrúa,
Sudamérica en pie.
Centroamérica caribe y cayuco,
Cuba, Magreb americano.
El marxismo jugando al ajedrez contra el bloqueo,
la necesidad cruzando una y otra vez las calles de Puerto Príncipe,
una mujer cocinando tortillas en la calle.
Centroamérica Maya, Rastafari, Guajira,
Centroamérica es una ranchera alegre
y una frontera mojada.
Centroamérica de dictaduras impuestas,
Centroamérica es una letra de Bob Marley,
el milagro sin ejército de Costa Rica.
Oceanía
Antípodas, un hombre llora en Sidney
por cada niño que sonríe en Europa.
Aínaeco, espejo
Antípodas, una esposa responde en Madrid
lo que ayer preguntó un marido en Nueva Zelanda.
Oceanía, cava un túnel hacia el centro de la tierra,
qué poco sabemos de ti,
guardas tus secretos en la bolsa marrón de los canguros,
en la danza ancestral de los combates.
Asia nos mira con los ojos rasgados,
se tapa con un sari naranja
y oculta su tristeza bajo un burka.
Asia mastica arroz en cada casa
y corta pescado crudo en un restaurante.
Asia se detiene cinco veces al día hacia la Meca,
llora tras un muro en Jerusalén,
se lava el destino en el Ganges.
La nieve vacía de pisadas de Siberia,
las tetas de agua del monzón,
el amasijo de repúblicas que
huyeron corriendo de la Unión Soviética,
la Muralla China, serpiente de piedra,
los peldaños imposibles del Everest.
8.848 metros del Everest,
8.851 kilómetros de la Gran Muralla China.
Asia es el mejor deportista de todos los tiempos
citius, altius, fortius,
más rápido, más alto, más fuerte.
Asía es una ballena azul,
Asia no cabe en este poema.