
Como si fuera una botella lanzada al mar, esa tacita de café de Mondomeraki cruzó el Atlántico una vez para llegar a la norte de la Península Ibérica, se vino hacia la meseta castellana hasta encontrar un pequeño y viejito parque en el centro de Cuenca. Allí volvió a bailar el café con pan y su canción volvió a cruzar el océano atlántico para llegar de nuevo hasta México.
Emociona saber que una cosa chiquita que pasa en un parque de Cuenca, cuando se hace con arte y con sentimiento, puede interesar en un lugar tan lejano y tan importante como México DF. Escribí junto con Dulce Moctezuma sobre la actuación de Mondomeraki en la edición de 2019 de Titiricuenca y lo ha publicado la revista mexicana Picnic, una de las revistas sobre cultura internacionales que sigo desde hace tiempo. Realmente estoy emocionado. También gracias a Alex Basha por sus maravillosas fotografías, como siempre.