“No, no hay belleza -sino sólo, como mucho, velocidad. Congelada ésta en una mirada abstraída, observo mudo las estrellas en la noche, eternas, inmóviles, diferidas. Nada se mueve, mientras pasa el tiempo. Dulcemente, me entrego a una meditación apacible, mirando hacia arriba, hasta que el dolor que siento en la nuca, por la posición forzada, me obliga a bajar la cabeza y ver a la gente que a mi alrededor charla, bebe, se ríe y gesticula todavía como siempre, comme d’habitude. Comprendo enseguida que en ese breve lapso de tiempo no he llegado a pensar en nada -y que ésa ha sido, de hecho, toda la “profundidad” de mi contemplación, de mi pensamiento.”
José Luis Brea. Un ruido secreto (Palabras de Arte, 1996) pp. 105.