Que toda la vida es sueño, et le théâtre, les songes sont

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Soñemos que Clément Poirée, director del Théâtre de La Tempete (Francia) está completamente equivocado y los españoles no somos tan expertos como supone. Soñemos que Rosaura, Segismundo, Clotaldo, Estrella, Clarín, Basilio y Astolfo no son personajes familiares para el común de los españoles, mucho más populares que los Hamlet, Lady Macbeth, Desdémona, Romeo, Otelo o Julieta. Soñemos que volvemos a un estado de ignorancia primigenio que nos permite enfrentarnos a ‘La vida es sueño’ por vez primera y que soñando, soñando, soñamos que Calderón es un dramaturgo francés contemporáneo que hoy vamos a conocer por primera vez en la Antigua Universidad Renacentista de Almagro a través del montaje del Théâtre de La Tempete en francés sobretitulado al castellano.

Dicho lo cual. Se levanta el telón (imaginario) y una cueva nevada poblada por una especie de topos humanos nos da la bienvenida a un espacio infiernal y apocalíptico. Un comienzo brillante. Dos compañeros de Saint-Exupéry aparecen sobre el escenario, declaman en francés y tratamos de no perder información importante ayudados por los sobretítulos. Buscamos un tiempo y un espacio donde ubicarnos. Nos están contando una fábula fantasiosa, quizá con moraleja. Vamos a imaginar y dejémonos llevar sin complejos. Soñemos que soñamos otra vez. Un protagonista de origen subsahariano anda preso en la cueva. Podemos imaginar que debe haber sido apresado al tratar de acceder al paraíso blanco, quizá es una metáfora de la situación de África: “¿No nacieron los demás? / Pues si los demás nacieron, / ¿qué privilegios tuvieron / que yo no gocé jamás?”. Dentro de la cueva, los guardianes de las costas europeas impiden que los aventureros liberen al preso y deben ser silenciados por descubrir la realidad de lo que está pasando allí. Estamos ante una historia definitivamente política.

Clément Poirée, director del Théâtre de La Tempete (a la derecha), junto con Ignacio Garcia, durante la rueda de prensa a los medios. Fotografía de Lucía Torres.

El pequeño Tintín (que luego resultará ser Rosaura) nos trae a la cabeza esa frase de Antoine (Principito) Griezmann al finalizar la semifinal del reciente mundial: «Viva Francia y Viva la República». Una república tan de revoluciones y tan rubia como la francesa.

Soñemos que nunca nadie nos habló de esta obra y sigamos disfrutando de la historia. Este Segismundo con acento de la Banlieue tiene que ser examinado para formar parte de esta sociedad opulenta, reprimir sus instintos salvajes, no arrojar por la ventana a quien le desagrada y no violar a las mujeres que se le antoje. Al menos debería aprender disimularlo, como el resto de los personajes, para ser aceptado como uno más entre ellos.

Soñemos que no sabemos que la obra se escribió en 1635 y que justo ese año comenzó la guerra franco-española que duraría nada más y nada menos que veinticuatro años (1659) y que terminaría con la Paz de los Pirineos. Una guerra dentro de otra guerra más grande, la Guerra de los Treinta Años que duró entre 1618 y 1648. Soñemos Almagro que estamos ante un texto contemporáneo y tratamos de entenderlo así. Una francesita ha visto su honor robado por un ario moreno y joven. Estrella, una bella infanta que luce una elegante cojera, está dispuesta a sacrificarlo todo por ser reina. Da igual si ha de desposarse con uno o con otro, el amor es cosa de pobres. Un rey loco de tanto leer -¿les suena?- que no es de Dinamarca, sino de Polonia, un reino lejano en el espacio y en el tiempo (había desaparecido como estado independiente en 1569 formando la Mancomunidad Polaco-Lituana). Un fiel y viejo guerrero, Clotaldo, que anda siempre sumido en la duda existencial sobre a quién debe querer más, si a papá o mamá. Y como andamos entre franceses no podría faltar el espíritu del pueblo, reencarnado en un partisano que será castigado por abrir la caja de Pandora y liberar a Segismundo de su prisión. Así son las cosas de los nobles. Aunque parece que no son buenos tiempos para las monarquías.

Un cierto tufo reaccionario recorre la historia, aunque mantenemos la duda de si es parodia o realidad, vida o sueño. Un fantasma recorre Europa, como siempre. Esperamos que empiecen a caer los muertos en el escenario como en cualquier buena tragedia, pero aquí no mueren ni a los que les disparan en la cabeza. Es una tragedia rara que (spoiler) acaba con perdices, eso sí, cada uno en su plato. Segismundo se corona cuando se convierte en buen salvaje. Rosaura se casa con el Infante Astolfo porque al final es noble y no doncella simulada. Estrella llega a ser reina, porque ama más la corona que al coronado. El rey Basilio renuncia a su reino y se va a la cueva de Segismundo a leer los libros con los que Clotaldo instruyó al salvaje. Bueno, tampoco se reparten las perdices entre todos, porque la moraleja es importante. Los partisanos serán castigados y encerrados por haber apoyado al mal salvaje. El bufón Clarín acaba “segismundeando” que no es verbo nuevo, sino que ya en 1973, José María Pemán, definió en el ABC como “pelear con valor la misma guerra que el protagonista Segismundo”.

Difuminadas en esta versión las guerras de religión que enfrentaban la predestinación con el libre albedrío o la visiones más metafísica, nos hemos acercado a una versión mucho más política del drama calderoniano. Perdemos matices como cuando traducimos un texto en Google y después lo volvemos a traducir. “El rey sueña que él es el rey, y él vive / con este engaño, / organizar y gobernar; / y estos aplausos, que reciben / prestado, en el viento escrito, / y en cenizas gira / muerte, mala suerte!”, nos devuelve el traductor cuando hacemos la doble traducción de “Sueña el rey que es rey, y vive / con este engaño mandando, / disponiendo y gobernando; / y este aplauso, que recibe / prestado, en el viento escribe, / y en cenizas le convierte / la muerte, ¡desdicha fuerte!”. Es lo mismo, pero no es lo mismo.

Todo la escenografía está condicionada por la tierra blanca del suelo y la brillante uso de las iluminación. Los actores y actrices entran limpios al escenario (la vida) y salen siempre cubiertos de polvo blanco del escenario. La vida mancha, también cuando es sueño. Telas que dan forma a la cueva platónica que van marchándose también con la evolución de los acontecimientos y nos hablan de las miserias humanas tras el oropel.

Los personajes entran y salen del escenario también por la cuarta pared y lanzan sus réplicas y monólogos directamente entre el público (pueblo) que aplaude o patalea (literalmente, a tenor del sonido que hacen al marcharse). Intérpretes brillantes por momentos, sobre todo ese rey loco brillante y ese Segismundo despelotado que llora, sufre, suda y que se enfrenta étnica y dialectamente contra el resto de los intérpretes.

La obra parece pensada para ser representada en un lugar tan especial como la Antigua Universidad Renacentista de Almagro, donde no sabe si el humo proviene de dentro o de fuera del escenario. Paredes blancas y gradas austeras que parecen diseñadas como parte del montaje. Pueblo observando la cueva de Segismundo o el palacio de Basilio unidos por el mismo polvo (tiempo) que mancha.

Un gran acierto la programación de este brillante montaje de Théâtre de La Tempete que, de momento, sólo ha podido verse en el 41 Festival de Teatro Clásico de Almagro. Hemos asistido a una oportunidad única de entendernos un poco más a nosotros mismos cuando tratamos de comprender todos los matices de Shakespeare y traducimos alegremente “Something is rotten in the state of Denmark”, como “Algo huele a podrido en Dinamarca”. Es lo mismo, pero no es igual.

Finalizamos la función si todavía queda alguien que no haya salido corriendo ante tan bendita confusión o ante el estruendo metálico de los que huyen sin rubor de las máquinas de tortura camufladas de asientos. Otros quizá huyeron por temor los guardianes de la moral, que transformados en jóvenes acomodadores persiguen a los incautos que sacan el diabólico móvil sin importarles el ruido que hacen al al arrastrar sus sonoras cadenas por el patio de butacas. Como público tenemos que aprender a respetar a los actores y no salir en mitad de la función, pero también hay que mejorar algunos detalles como la comodidad de los asientos, sobre todo si tienes un público capaz de resistir una función de dos horas y medias con sobretítulos en francés. Dicho lo cual. Soñemos, Alma(gro), soñemos otra vez.

LA VIE EST UN SONGE
de Calderon texte français Céline Zins (Le Manteau d’Arlequin-Gallimard)
mise en scène Clément Poirée
13-14 juillet 2018
Antigua Universidad Renacentista de Almagro
Festival international de théâtre classique Almagro (Espagne)

Texto de Jose An. Montero. Fotos de Antonia Bozzi, salvo la foto de la rueda de prensa que es original de Lucía Torres para Especies de Espacios.

Playlist sobre el Festival de Almagro en Youtube:

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