Si el sábado pasado tuvimos la oportunidad de disfrutar del sobresaliente concierto del organista Maurizio Manara, en esta ocasión y como concierto extraordinario, dentro de la ya de por sí extraordinaria programación musical que ofrece la Catedral de Cuenca, asistimos a un concierto realmente único por el programa, por los intérpretes y por la ejecución.
Sobre el coro de la Catedral, dirigidos desde el órgano del Evangelio por Mauricio Croci, las voces de los tenores Makoto Sakurada y Mirko Guardagnini emulaban a los querubines sobrevolando por las naves góticas. Sus voces parecían subir hasta lo alto de los órganos y formar coro con la orquesta celestial que soñó José Martín de Aldehuela. En otras ocasiones, soñamos escucharlas abajo en el coro, entre los propios asistentes. El bajo Christian Immler ponía la voz poderosa, atronadora, sobrehumana, y la tiorba de Evangelina Mascardi la dulzura a unas melodías nacidas para seducir a los humanos y que los azares y la Contrarreforma transformaron en deleite divino.

El programa conmemoraba el 450 aniversario del nacimiento de Claudio Monteverdi, el “Divin Claudio”, estaba compuesto de lo que los expertos llaman contrafacta, intavoluaduras o motetes, que se reúnen bajo el nombre genérico de Travestimenti. Gracias a los cuidados textos del programa conocemos que estas piezas corresponden a lo que se denomina “enmascaramiento espiritual” que consiste básicamente en transformar piezas populares profanas en piezas sacras transformando total o parcialmente su texto, convirtiendo lo que en su día podía ser amor carnal en amor divino. Sirenas por querubines.
Ayudados por la transcripción, y su correspondiente traducción, incluídas en el programa de mano, pudimos deleitarnos en la contradicción de unas piezas musicales que luchan por escapar de los textos píos y desplegar con todo su esplendor la sensualidad, vitalidad o algarabía mundanas. Ese juego continuo y emocionante de veladuras acompañadas de la ejecución magistral de Il Pegaso que se transformaba en cada pieza convirtió ese concierto en memorable.
La coincidencia de la interpretación de este repertorio de “Travestimenti” justo este día, dotó al concierto de una carga simbólica imprevista que lo hizo aún más grande. La música humana, demasiado humana, desborda y supera las palabras pías con las que alguien quiso ocultar el significado y el uso natural para lo que fueron creadas. Qué Divina Creación es el ser humano y sus sentimientos.

Escribo este breve post con el ánimo de que quede constancia en este cuaderno de notas sobre Cuenca de que este concierto se celebró un día en esta ciudad. Desafortunadamente no encontré material gráfico del momento del concierto, pero valgan estas imágenes tomadas de la pagina Facebook de la Academia de Órgano de San Julián como recuerdo.
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[…] Este artículo fue publicado el 2 de Julio de 2017 en la Revista Espacies. […]
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