No deja de resultar paradójico a primera vista comenzar este cuaderno conquense hablando de arte conquense en el exilio. Aunque si nos paramos a pensar no lo es tanto, al fin y al cabo no dejamos de ser tierra de emigrantes, y vaya donde vaya un conquense se encontrará a otro que tuvo que buscarse la vida en otro lugar.
Algo parecido ocurre a las piezas barrocas de las que hablamos hoy. Desconozco la historia exacta de cómo llegaron estas ocho piezas del Museo de Cuenca a estar expuestas en el Museo de Ciudad Real, pero tampoco es difícil imaginarla. Este museo ubicado en el Convento de la Merced surge en 2005 cuando el instituto de Santa María de Alarcos abandona en 1995 el edificio que había ocupado desde 1843.

Alguien debió poner sobre la mesa de convertirlo en museo de Ciudad Real, pues aunque ya existía el Museo Arqueológico Provincial, corrían tiempos en que era inconcebible una ciudad sin museo de arte contemporáneo. Tras la completa y monumental rehabilitación, allí se instaló la colección de arte contemporáneo de Castilla-La Mancha. Unas cuantas obras menores de grandes nombres y unas cuantas mayores de nombres menores. Supongo que aún vaciando los almacenes debió quedar mucho edificio por ocupar y la primera planta, además de una magnífica sala de exposiciones temporales, se ocupó con una sala dedicada al arte barroco.

El hilo argumental es que este edificio empezó a edificarse en 1622. Ahora bien, es necesario disponer de obra para exponer que cubra ese periodo. Salvo algunas piezas de procedencia desconocida, al menos en la información que ofrece el museo, no hay piezas procedentes de Ciudad Real. Museo de Ciudad Real. Pues eso.
En las salas destinadas al Barroco podemos encontrar obras en depósito del Museo del Prado, del Museo de Santa Cruz, Museo del Greco, Museo Nacional de Artes Decorativas y Museo de Cuenca. Ojos como platos.
De la treintena de piezas expuestas, ocho de ellas provienen del Museo de Cuenca. Cinco óleos sobre lienzo, una sobre tabla y dos tallas en madera policromada. Aquí están en este lujoso exilio de salas vacías.

Es imposible ocultar el malestar, no en cuanto al préstamo, cesión o depósito, sino fundamentalmente al recordar la endémicas escasez de fondos del Museo de Cuenca. Un museo en el que hay mucho que enseñar y que no siempre ha recibido la atención institucional que merece.
Aún con todo, siempre es interesante conocer algunas piezas del arte barroco conquense, en especial las dos tallas que no dejan de sorprender al mirarlas de frente y ver las deformaciones realizadas por el artista para que al mirarlas en lo alto de su retablo parecieran proporcionadas y elegantes.
Obras del Museo de Cuenca que pueden verse en el Museo de Ciudad Real:
- San Pedro. Anónimo. Madera policromada. Siglo XVII.
- Conversación de San Joaquín y Santa Ana. Anónimo. Óleo sobre lienzo. Siglo XVII.
- Jesús ante los doctores. Anónimo. Óleo sobre lienzo. Siglo XVII.
- Calvario. Anónimo. Óleo sobre lienzo. Siglo XVII.
- San Juan y la Virgen. Anónimo. Madera policromada. Siglo XVII.
- Piedad. Anónimo. Óleo sobre lienzo. Siglo XVII.
- Entierro de Cristo. Anónimo. Óleo sobre tabla. Siglo XVII.
- Inmaculada Concepción. Anónimo. Óleo sobre lienzo. Siglo XVII.
Nota final: Ruego disculpas por la calidad de las fotos. Volví una segunda vez para realizar fotos con mayor calidad, pero igual que en la primera no hubo ningún problema incluso con el vigilante en la sala, en esta ocasión no estaba permitido. Este hecho que me lo hicieron saber de una manera un poco brusca e incluso me amenazaron con que si aparecía alguna foto en la red me podrían denunciar. Las razones que argumentaron es que se pueden hacer fotos por problemas con los derechos de autor. ¿Derechos de autor? ¿De quién? No acabo de entender el argumento. No sé si son los derechos de un autor anónimo del siglo XVII, los derechos de Museo de Cuenca, los derechos de los ciudadanos de Castilla-La Mancha o los derechos del Museo de Ciudad Real. A lo mejor es que no quieren que nadie sepa que aquí hay un museo. Aquí lo dejo. Tampoco merece más comentario.
En cualquier caso no me gustaría dejar el mal sabor de boca, pues es un museo que merece la pena visitar, sobre todo en los últimos años en los que la calidad de las exposiciones temporales es más que notable.