Pedro Castrortega: ¿Dónde está la salida?

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El 14 de marzo de 2020 a cada uno le pilló donde le pilló y allí quedó encerrado consigo mismo, flotando en su propio “de los lobos rasgando la noche, el grito ronco de la berrea retumbando en las sierras, o el caliente jadeo de Linda, la perrilla con la que aprendió a andar primero, y a nadar luego en el río”, dice Jesús Cámara refieriéndose a Pedro Castrortega que hasta dentro de un par de días, el 25 de enero de 2023, expone “Tiempo Roto” en Museo Ciudad Real, ubicado en el Convento de la Merced.

Siempre regresamos al mundo del que venimos, en el caso de Castrortega, al mundo en el que «aprendió de su padre a amar y conocer los animales, a identificar las sombras de la noche y a construir sueños a partir de las formas y el sonido del tiempo”. 

Castrortega, Medalla de Oro al Mérito Cultural en Artes Plásticas de Castilla-La Mancha en 2021, presenta su obra más reciente, en la que “Los miedos tienen aristas negras,” (…) y donde se entrega “al fuego, a la luz, a la pasión que nos invita, esencialmente a lo incierto”, según sus propias palabras. A través de una treintena de obras y algunos bocetos previos el autor parece abrir los ojos para descubrir una especie de magma interior poblado de animales mitológicos aún no descritos que habitan en sus cuadros. Ojos que vigilan la oscuridad para descubrir un entorno exterior-interior en el que habitan inquietantes seres que parecen nacidos entre el insomnio y un mundo de miedos microscópicos. 

Pero si los lienzos invitan a flotar entre el sueño y la pesadilla, unas vitrinas sirven para mirar al pasado del artista. Un carné de ingreso a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando a finales de los setenta, una acreditación de copista o fotos de tiempos barbudos sirven para acreditar la existencia dependiente de una mente humana de los seres que nos rodean. 

En otra vitrina, encontramos algunas obras ilustradas por Pedro Castrortega, grabados o aguafuertes, como la perteneciente a “Yantar a chirla come”, una edición ideada por Miguel Ángel Moset y Perico Simón que hace referencia a la locución antigua «Juntarse amigos a comer y charlar con desahogo y libertad» donde ilustra recetas de Javier Hevia, Juan Carlos Luján o Feliciana Ortega, madre de Pedro Castrortega, en una edición primorosa del “Taller La Zúa” de Cuenca. 

Sobre ellas unos versos del propio artista, “Soy infancia / y luna traspasada, / y deseo / y grito contenido, / o / derramado sobre las alas”. El silencio de la sala, roto por algunas voces lejanas, las campanas de la vecina Parroquia Santa María del Prado, pasos discretos de algún otro visitante y las luces que van iluminando las zonas que detectan movimiento, ponen el contexto de una exposición en la que si nos quedamos muy quietos, tanto como para no ser detectados por los sensores podemos empezar a escuchar la respiración de los seres que habitan los universos de Castrortega, los ladridos mudos de los canes, las quejas de los elefantes enjaulados y el crepitar de las llamas de las casas ardiendo. 

Como escribe Jesús Cámara, el comisario de esta exposición, “Es un pequeño milagro que aquel hijo de un perrero de reala saliera de Piedrabuena para conquistar Manhattan y lo consiguiera”. Pero de allí, de Manhattan, también se trajo al regresar las sombras negras y los ojos anónimos que vigilan desde las profundidades de la noche.

Texto y fotos de José An. Montero

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