Son buenos músicos que cuándo llegan a un sitio, preguntan a dónde llegan, y cuando tocan lo hacen a lomos de verso viejo.
Y cuando suben al escenario no conocen la prisa ni aún en las noches con viento.
Y aunque no subieron a lomos de de Machado, ni Lorca, ni Cervantes, sino que buscaron con mimo y fueron otros muchos los versos que pusieron retranca a la noche conquense. De Valle Inclán a Valle Inclán, pasando por todos los demás. Arcipreste de Hita, Miguel Hernández, Calderón de la Barca, Quevedo o los menores, no por ello menos poetas, Bretón de los Herreros o Baltasar de Alcázar. También hubo sitio para otros poetas tan hispanos como éstos, aunque todavía el castellano fuera cosa del futuro, como el granadino Ibn al-Haddad.
Así entre lo burlesco y lo trascendente, la risa y el canto triste, fueron fluyendo los versos alejados de la solemnidad impostada de otras propuestas. Versos que todavía tienen mucho que decir.
Sobre el escenario Bergia con su guitarra y Olavide con su salterio, lo popular y lo culto, en una propuesta dual que nos va llevando de la taberna al templo y de la sinagoga a los caminos.
Un pasodoble al salterio y guitarra, una pieza del repertorio sefardí y una sentida versión del «Gracias a la vida» de Violeta Parra pusieron la guinda a este concierto que recorrió tiempos y lugares con la poesía como hilo conductor.
Suena la campana, llegó la hora de los enigmas.
Javier Bergia y Begoña Olavide actuaron en la Plaza de la Merced de Cuenca dentro de la programación «Veranos de Cuenca», el martes 1 de agosto de 2017.