
Me dijeron que.
Me advirtieron con.
Me avisaron de.
Cincuenta años hace desde que los poetas pintaran las banderas parisinas.
Valencia 1977. Los estudiantes seguían siendo el enemigo.
Siete años del 15M que se derritió bajo el sol de un lejano de 2011.
Febrero de 2012. Algún rescoldo quedaba todavía vivo y tuvieron que recortarse las llamas una y otra vez hasta la poda final.
Mayo de 2018. Las versos de estas causas se reúnen desde el pasado 17 de mayo y hasta el 8 de julio en el Centro Cultural Las Cigarreras en una exposición de Enrique Falcón, Teresa Lanceta, Pedro G. Romero e Inmaculada Salinas, comisaría por Isaías Falcón. Lo que fue revuelta, hoy es carne de museo.

La potencia de las palabras escritas en papeles, carteles, muros o platos de plástico. Palabras analógicas en lucha que juegan con la confusión temporal. Anteayer. Ayer. Hoy. ¿Siempre?
La exposición se presenta con el texto «artefacto colectivo donde hibridar la palabra poética, la práctica performativa, el discurso crítico y la producción audiovisual con un único objetivo: cómo mirar lo qué ocurre hoy en las calles». Propondría un pequeño cambio. Cómo mirar lo que ocurrió ayer en las calles.
Nadie sabe si el formato 15M cerró el ciclo que se abrió en el sesenta y ocho. Pero la sociedad analógica, esa tan real, la de papel y muros nos parece cada vez más lejana aislados cómo estamos en nuestras pantallas personales.
Visité la nave de las cigarreras dos veces. La primera como implicado, la segunda como historiador. En la primera creí reconocerme en las palabras y vibré con algunas palabras y algunas obras. Me senté a leer algunos versos de Las Voces del Extremo y me entraron ganas de salir a la calle a ayudar a cambiar mi parte de mundo.

Desgraciadamente volví de nuevo con ojos de historiador para descubrir los restos de un naufragio. Momentos mágicos en que parecía que la gente tomaba las riendas de su destino. Después recordé lo que pasó después, lo que pasa ahora y o que parece que nos espera. Me pareció cruel que las palabras de esperanza se hayan convertido en objeto de museo, por muy alternativa que sean Las Cigarreras.
Seguiremos caminando y como se puede leer en aquel cartel que presidía las asambleas de 2012 en El Cabanyal, «Cada vez veo más gente con una venda en los ojos incluso he visto gente que habiéndosele removido un poco se la vuelve a colocar con correctamente.»
Bendita poesía que nos regala las palabras que no somos capaces de encontrar.