
Once menos cuarto de una noche de verano: la séptima edición de estival Cuenca comienza su andadura con los ritmos brasileños como primer destino. El grupo Heritage es el encargado de transportarnos a tono de bossa nova hacia esas tierras. La Huella de los elefantes, bar del Casco Antiguo situado en la escondida calle Severo Catalina, es el encargado de bridar a los músicos su terraza para que puedan tocar, y a su vez sustentar a la clientela de mojitos y caipiriñas. Del resto se encargan ellos.
Son las manos de Adrián de las Heras y de Daniel Bustamante las encargadas de hacer que el sonido de la guitarra y la percusión marcada de un cajón nos insistan hasta que sea inevitable armonizar alguna parte de nuestro cuerpo con la música. Tras unos tímidos acordes mezclados con el murmullo expectante de la gente comienza el viaje de ida, es la voz de Malcom Bethencourt la que consigue que no queramos volver.
La cara de los que escuchan es de sorpresa, seguida de una sonrisa. Los que tienen acompañante se miran entre sí complacientes: punto positivo para el que eligió el plan de esa noche.
Diez minutos fueron suficientes para que el grupo se ligase al público: amor a primera melodía. Pero por si todavía quedaba algún excéntrico rezagado hay que recordar que el concierto no ha hecho más que empezar.
La primeras canciones no suenan igual porque ningún ruiseñor canta de la misma forma, pero sí transmiten la buena vibra que se pretende. Los curiosos se acercan, pocos consiguen escapar, el bar tiene que sacar más sillas de dentro y algunos prefieren dejarse caer al suelo vencidos. La rendición más dulce.
Es la cuarta canción la que hace silencio, la que consigue que se posponga ese último trago porque tenemos miedo a que si pestañeamos, se acabe el momento. Las letras están en brasileño por lo tanto el 99% de las personas no la entendía, pero eso no le impidió conseguir el 100% de los aplausos.
Las pocas palabras que el grupo decía entre canción y canción se centraban en dar las gracias con un ‘muito obrigado’ y decir el nombre de algunos autores de las canciones que interpretaba, entre ellos, Caetano Veloso, Djavan, Luiz Melodia y Frávia Coelho.
Conforme avanzaba el concierto las guitarras cobraban protagonismo: Malcom y Adrián tensaban las venas de su cuello al son que sus cuerdas con cada nota, cerraban los ojos, no les importaba que el viento deshiciese los rizos naturales de su pelo, es posible que ya ni si quiera tocasen para nadie que no fuera ellos mimos, y no es egoísmo, sino pasión. Daniel, concentrado, prestaba atención a las manos de sus compañeros para compaginarse en el momento exacto con sus notas porque el sentimiento que compartían estos tres chicos por la música estaba afinado desde hace ya tiempo.
En Heritage conviven varios mundos: Malcom es original de Cabo Verde y lleva tocando desde hace más de 20 años, fue el nexo para crear el grupo aunque sus compañeros ya estuvieran asentados en otros ambientes y ciudades: Daniel viene del flamenco y Adrián se dedica también al género del Rock. Ambos conquenses de pura sangre.
Son las once y media de la noche y nadie se ha movido de la silla. Pero el tiempo nunca corre a nuestro favor, nos situamos en más de la mitad del concierto y cada canción dejaba huella y alguna que otra frase parecía abrir cicatrices.
El repertorio era muy variado, algunos ritmos parecían ser la guinda de un ambiente dulce donde todos tienen buen sabor de boca al disfrutar de una entretenida noche de verano. Otras parecían ser una despedida, la primavera se dio por aludida y nos miraba con ojos tristes aunque ella pensaba que no nos dábamos cuenta.
Pero cómo eludirla si estaba por todas partes: cada mesa del bar estaba acompañada por unas flores; cada jarrón estaba en el punto donde equidistan el cristal de los vasos al brindar. Sin olvidarnos de toda la enredadera que vestía la pared, superponiéndose el verde a golpe de mirada, quedando el gris de las rocas delegado a un segundo puesto, ya acostumbrado.
Todos estos detalles hacían que la calle que en principio parecía apartada cogiese la forma y el ambiente de un refugio, un lugar en el que sentirse a salvo, al menos por una noche.
Después de más de una hora de concierto e interpretadas unas 14 canciones, el grupo finalizaba su actuación, dio las gracias al público por su presencia y se disponía a recoger pero la gente no quería ni irse a sus casas ni que ellos se fueran sin más, así que pidieron “otra más”.
Daniel, Malcom y Adrián no pudieron obviar el deseo de la gente y con la sonrisa de aquel que escucha lo que quiere oír, recuperan sus asientos y vuelven a hacer su juego con unas dos últimas canciones: consiguen que los segundos se esfumen tan rápido como tarda un puñado de arena en revelarse de tus manos y pertenecer al viento. Heritage consiguió que nuestra noche de San Juan también fuera mágica, aunque es cierto que se nos hizo corta y que echamos un poquitos de menos el mar.
Un artículo de Clara Visier y Juan Jesús Rubio