El concierto de Mariola Membrives que nunca se celebró

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No se puede tener todo. En Estival Cuenca ya habíamos tenido demasiado. A la espera del concierto de clausura, la edición de este año estaba discurriendo de una manera magistral tanto en lo artístico como en organización.
Unos escenarios impresionantes, un trato exquisito tanto a los artistas como al público, un sonido más que aceptable y un ambiente ideal para disfrutar del programa.

En lo artístico, una edición muy cuidada que ha unido un cartel de gran calidad con unos artistas muy implicados que han ofrecido al público unos momentos inolvidables que se están convirtiendo en la marca de la casa. Quién no recuerda a Kepa Junquera en la edición del año pasado marcándose una clase magistral a partir de variaciones de La Macarena.

En esta edición, nuestro álbum de recuerdos está más lleno que nunca. Esa primera canción de Michael Olivera que nos hizo amar el jazz para siempre. Ese escenario lleno de niños con Zas!! Candil Folk. Un Morente que completó el idilio de Cuenca con su hermana granadina, cerrando un ciclo que abrió hace dos años una inmensa Soledad. Ese momento simpático de la confusión de nombres en Luar na Lubre que resume un concierto. Y como no, el más grande de todos, ese final de concierto de una Rozalén que se negó a ser una cantante como las demás y le puso el broche de oro en el atrio del Parador de Cuenca.

No podíamos tenerlo todo. No podíamos tener tanta fortuna. El precio fue la cancelación de ese concierto de Mariola Membrives que con su flamenco jazz tan especial, iba a homenajear al Omega de Morente. Pero el Señor del flamenco prefirió los truenos más impresionantes que hayamos oído en mucho tiempo. Un «quejío» del cielo. Y así hay que respetarlo.

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