En «La sombra del ciprés es alargada» (1948), primera novela de Miguel Delibes y galardonada con el Premio Nadal. Un niño huérfano es dejado a cargo de don Mateo Lesmes. El niño, llamado Pedro, es el que narra en primera persona el primer encuentro a solas entre ambos:

“Era, además, el prototipo del maestro de reglas fijas, inconmovibles, y de mezquinos horizontes. Sus primicias pedagógicas me las brindó la misma noche de mi llegada.
– ¿Sabes leer, Pedro? – comenzó.
– Sí, señor.
– ¿Sabes escribir?
– Sí, señor.
– ¿Sabes sumar?
– Sí, señor.
– ¿Sabes restar?
– Sí, señor.
– ¿Sabes multiplicar?
– Sí…, señor.
– ¿Sabes dividir?
– Sí… señor.
– ¿Conoces la potenciación?
– No, señor.
¿Ves chiquillo? De esta manera tan sencilla puedo adivinar en un momento hasta dónde llegan tus conocimientos. (Me libré muy bien de decirle que todo eso podría haberlo sabido sin gastar tanta saliva preguntándome diréctamente, y de una vez, si conocía las cuatro reglas. En este detalle está perfectamente retratado el procedimiento pedagógico de don Mateo. Era enemigo de conceptos generales, de ideas abstractas. Él quería el conocimiento particular y concreto; la rama, aunque ignorásemos el tronco de dónde salía).”