
Investigadora senior del Departamento de Medio Ambiente y SIG en el Instituto de Geografía Academia Rumana, Ines Grigorescu preside la Comisión de Desarrollo Local y Regional de la Unión Geográfica Internacional (IGU) y durante esta última semana ha participado en la reunión anual de esta comisión que se ha celebrado en Cuenca, auspiciado por el Departamento de Geografía de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Esta comisión está encargada de proporcionar un foro internacional para el estudio de aquellas cuestiones relacionadas con el desarrollo local y regional, la reorganización del espacio y el papel de las distintas instituciones y agencias en el desarrollo regional. “La Unión Geográfica Internacional sirve de paraguas para aquellas investigadoras e investigadores que trabajamos en la planificación del desarrollo. Ahí radica la importancia de estas reuniones donde intercambiamos ideas, difundimos nuestras últimas investigaciones científicas y publicamos documentos conjuntos”.
Para el gran público, la geografía contemporánea sigue siendo una gran desconocida, que hace muchas décadas que dejó atrás la memorización de accidentes geográficos. “El geógrafo tiene la capacidad de establecer conexiones entre diversas áreas académicas como la economía, la cartografía, el urbanismo o la biología para ampliar la perspectiva para enfrentarnos a los desafíos del futuro. La geografía te ayuda a entender los procesos complejos, los fenómenos globales y conectar ideas provenientes de las más diversas áreas”, explica la doctora Grigorescu.
En cuanto a la realidad del espacio rural en Europa, Ines Grigorescu explica “que las áreas rurales se están transformado vertiginosamente en las últimas décadas, tomando incluso parte de las funciones de las ciudades gracias a la digitalización de la sociedad. El problema radica en aquellas áreas más alejadas de las ciudades donde tenemos graves problemas de envejecimiento y despoblación. Son espacios con dificultad de acceso a las comunicaciones y a los servicios básicos, que no alcanzan las expectativas de vida de la gran mayoría de la población”.

“Creo que durante la pandemia que hemos vivido, las ciudades se han dado cuenta de la importancia de las zonas rurales próximas que permiten acortar las cadenas de distribución alimentaria. En Rumania, y en gran parte de Europa, tras la pandemia la población ha sido consciente de la importancia del desarrollo agrícola en sus periferias e incluso, muchas personas, se han interesado por la agricultura urbana o los huertos de autoconsumo dentro o fuera de la ciudad”, explica Ines Grigorescu. “Ahora es necesario que se desarrollen planes de apoyo para que esta tendencia se fortalezca. Acabamos de publicar un artículo científico sobre la importancia de los pequeños agricultores para el área metropolitana de Bucarest. Hablamos con ellos para saber cómo se enfrentaron a esta nueva situación y si han notado un cambio en la percepción que tienen sobre la agricultura desde las ciudades”.
“En la alimentación es el momento de mirar más cerca, no más lejos, mirando a nuestros pequeños agricultores y agricultoras y darles una oportunidad atrayendo más fondos que sirvan para el desarrollo de las áreas rurales y es la población rural la que sabe cómo hacerlo”, explica la profesora rumana.
Sobre las diferencias regionales en Europa, Ines Grigorescu cree fundamental aprender de las mejores prácticas para optimizar los fondos europeos. “En mi país, o en otros como Bulgaria, que se integraron en la Unión Europea hace apenas quince años, han atraído menos fondos, aún queda mucho camino que recorrer y ha costado mucho entender las dinámicas propias de los fondos europeos, que no han tenido hasta ahora el efecto esperado en muchas zonas rurales de Rumanía”.
En cuanto a la investigación, cree que “debemos trabajar con mentalidad europea, creando consorcios en los que participen países tanto de la Europa Occidental como de la Central, porque eso contribuirá decisivamente en un desarrollo regional sostenible que equilibre las grandes desigualdades de los territorios europeos. Es necesario establecer conexiones más fuertes para que el resultado no sean islas de desarrollo que dejen muchos territorios fuera del futuro. Y éstas interconexiones deben tenerse en cuenta también fuera de Europa, para que el mundo deje de ser un rompecabezas de desigualdades. Desde la IGU intentamos que en nuestras reuniones participen investigadoras e investigadores representando a todos los continentes y a todas las grandes áreas del planeta, especialmente del Sur Global, para compartir conocimiento y experiencias”.
“El mundo rural tiene futuro”, explica Inés Grigorescu, “especialmente tras la pandemia, porque la gente está mirando de nuevo hacia las áreas rurales donde están las claves de un futuro más ecológico y sostenible. Cada día más la población urbana identifica estar en contacto con la naturaleza y con las culturas tradicionales y locales con la calidad de vida”.