
Son de Madrid. De Lavapiés, concretamente. Tienen un repertorio que a veces hace que quieras cortarte las venas, o que a ratos te sientas como un indie puesto de speed. Carlos, el vocalista, baila en el centro del escenario con pantalones de tirantes, y el espacio se expande. La electricidad fluye en el espacio y me doy cuenta que en esa actuación hay más movimiento que cualquiera que haya visto sobre un escenario nunca. Rodeado de luces y bañado por el humo, llegas a pensar por un momento que no estás viviendo esto en tus carnes, que paseas por tu inconsciente, flotando.
De repente, cuando no puedes pedir más canciones, saltan con la canción que da nombre a su nuevo trabajo, en el que han trabajado estos últimos dos años. Saltan del escenario y a capella, con las palmas y la compañía de los que gritamos, vitoreamos y nos emocionamos. Al final, coreamos canciones que hemos escuchado antes, o, como en mi caso, nunca hemos escuchado en nuestra vida.
Pero no importa, realmente. Descubrir a un nuevo grupo en un concierto es como leer un libro sin expectativas y sorprenderte. Y concluyes que aunque no lo conocieras, ahora quieres conocerlo. La experiencia de estar en un concierto suyo es la de flotar y perderte en esa nube de humo por un rato. En humo espeso y que esconde palabras, sonidos frescos, nuevos, ritmos increíbles.
Es triste que no haya tanto público en un concierto gratuito y con un buen grupo de música – me comentan. Y no podrían tener más razón. La música tiene algo romántico muy similar al periodismo, y es que es posible siempre que haya alguien que quiera escuchar. Pero por lo que respecta a ellos, son un ejemplo, de que la música en abril de 2019 funciona en directo, y que nos sigue haciendo vibrar. Lugares mágicos como el Pub Los Clásicos lo hacen posible. Y las actuaciones tienen que estar en lugares adecuados, para que podamos sentir esa brisa que nos eleve del suelo. Si son Beluga, nos harán volar algún tiempo más.