Eliacer Cansino y la literatura juvenil de ultratumba

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Durante la Semana del Libro Universitario acogimos en nuestro plató a numerosos escritores, poetas y personalidades relacionadas con el mundo de la cultura y la escritura. Entre ellos, Eliacer Cansino, profesor de Filosofía en el Instituto IPEP de Sevilla desde 1980 y autor principalmente de novelas para jóvenes y adultos. En 1992 se le otorgó el Premio Internacional Infanta Elena, por Yo, Robinsón Sánchez, habiendo naufragado, obra que también fue finalista al Premio Nacional. Ha recibido el Premio Lazarillo de Autores, por El misterio Velázquez, una recreación de la vida del enano Nicolasillo Pertusato y su relación con Velázquez.

Recientemente ha publicado Ángeles, demonios y otros seres de ultratumba con la colección Arcadia del CEPLI, especializada en literatura infantil. “A veces las ediciones universitarias te dan la opción de publicar textos que de otra manera no saldrían a la luz”. Se trata de su primera obra de ensayo, centrada en las paradojas que supone el ateísmo en la literatura para jóvenes.

P: Viene de publicar en Anaya, editorial Buruño,… pero esta colección Arcadia es un poco particular dentro de la literatura infantil y juvenil, porque acaba de recibir el sello de la edición académica Ciudad APQ. ¿Qué exigencias tiene que tener una investigación para que pueda publicarse en una edición de estas características?

R: Mi perfil no es exactamente de investigador, sino que soy un escritor que reflexiona, quizá por mi formación filosófica, sobre la literatura. De todas maneras, sí estoy convencido de que el perfil básico de una colección universitaria es, por un lado, la seriedad científica, la profundidad en el estudio, etc., y el investigar o descubrir hechos que puedan tener interés en el campo en que se mueven.

P: ¿Qué pasa por la cabeza de un escritor cuando decide dejar la ficción y ponerse en un ensayo con un tema rompedor como este, una postura que llama la atención a cualquier lector de este libro?

R: El perfil de mi propia biografía literaria siempre combina mi formación filosófica y la reflexión es algo que nunca he abandonado. A medida que he ido escribiendo literatura he mantenido una cierta reflexión. Siempre me ha parecido interesante que en la literatura juvenil realizar una reflexión que saliera del ámbito establecido, hacer una reflexión sobre algunos aspectos que pudieran ser filosóficos implicados con la literatura juvenil. Esa unidad entre lo filosófico y la literatura juvenil siempre me ha preocupado y ahora he tenido la oportunidad de hacerlo.

P: ¿Cree que al escritor le acompaña la soledad?

R: Sí. Aunque el escritor tiene un momento fulgurante, en el que es un poco el protagonista, en realidad solo se es escritor cuando se está escribiendo. El resto, uno es difusor de su obra, pero escritor de verdad se es en el momento en que se escribe y se está intentando traducir en palabras escritas las ideas que uno tiene. Y ese momento es de profunda soledad, pasa gran parte del tiempo a solas, aunque después tiene un encuentro público por su obra, pero el origen de la obra casi siempre suele ser solitario.

P: ¿Crees que caminamos hacia un mundo de imágenes, que se está perdiendo la letra?

R: Sí, sin duda alguna, yo creo que el mundo actual es un mundo icónico. Podemos pensar o pensamos a veces qué tiempo nos pasamos viendo pantallas, las pantallas constituyen un elemento fundamental de nuestro diario. El mundo de las imágenes, sobre el que he reflexionado en un artículo que publiqué en la editorial Anaya (La mirada auditiva), decía que leer es mirar pero como si oyéramos. Lo que sí es verdad es que al hombre le es muy fácil ver y mirar, y le es más difícil leer, porque leer es un acto reflexivo, un acto que exige un esfuerzo contrario a las actitudes habituales del ser humano, porque la lectura no es un hecho natural, es un hecho aprendido. Cuando abandonamos  un poco el esfuerzo, inmediatamente nos viene la vuelta a la imagen, que es lo más primitivo, creo yo, y es fácil volver a lo primitivo, porque es lo más intuitivo de la persona.

P: Tiene un punto fascinante en el sentido de que cuando abres la obra descubres un detalle que se te ha pasado inadvertido, pero que ha estado siempre ahí, que es la presencia de lo religioso de las  criaturas sobrenaturales en la literatura infantil y juvenil.

R: En efecto. El origen de esta obra es la sorpresa, si uno entra en cualquier librería que vendan libros para jóvenes, desde el año 2000 más o menos, están llenas de libros con pastas de colores fosforescentes, con una especie de algarabía de colores. Todos esos libros hablan de vampiros, de demonios, de ángeles, de zombies,… a ese universo nunca me he acercado como escritor.  Me sentía de alguna forma sorprendido de por qué ese enorme interés en ese mundo, cuando en un momento determinado me di cuenta de que esas figuras tienen un trasfondo religioso, no me refiero a un trasfondo piadoso, etc., es literatura religiosa en su origen, es decir, el que crea en la posibilidad de que hay un alma tras la muerte está admitiendo de alguna forma que hay algo después de la muerte, esa es una afirmación que tiene tradicionalmente una esencia religiosa.

P: Esas 5 condiciones que plantea en el libro son absolutamente provocadoras. La primera es que el doble mundo de lo material y lo inmaterial es la primera característica de una literatura religiosa.

R: Sí, y además intento decir siempre lo que es la literatura de la ciencia ficción. Por ejemplo, digo que la ciencia ficción no tiene ese trasfondo religioso. Eso está siempre dentro del mundo material, en cambio lo religioso se centra en el ámbito inmaterial. […] Lo que sí siempre me ha llamado la atención, aunque no doy una explicación exacta de por qué, porque mi trabajo no es un trabajo de respuesta sociológica, sino de descripción de la paradoja, de la contradicción del mundo actual, un mundo teóricamente materialista, y en cambio, esa pasión por los elementos que no son materiales.

Lo que me preocupa como observador de la realidad es cuando la gente habla de ese universo, pero sin fundamento, de una manera absolutamente acrítica, y se convierte en una especie de escenografía en donde ya olvidamos el origen de esa escenografía la vivimos con normalidad.

Cuando digo muchas veces que si se es religioso, en un sentido profundo, se puede creer o no creer en estas cosas (vampiros, ángeles, demonios,…), porque un hombre religioso puede establecer su conciencia religiosa de una forma más abstracta, sin creer en ángeles o demonios, sino en una especie de relación con la divinidad. Pero lo que no se puede dar es lo contrario: que un hombre materialista acepte estas cosas.

P: Hay mucha gente religiosa que es amante de la Semana Santa y cuando les explicas que no es una celebración cronológica no lo entienden, les parece bien que el Sábado Santo estén paseando todavía a Cristo vivo.

R: Es curioso ver cómo el hombre religioso mantiene a veces una postura muy infantil y primitiva y sigue atado a imágenes que constituyen el universo de su mundo, sin darse cuenta de que muchas de esas imágenes, un exceso de ellas, provocan un fetichismo. Y es verdad, hay gente que está viendo lo que está ocurriendo, que ve la figura, pero no sabe exactamente a qué está haciendo referencia.

P: Volviendo a su faceta filosófica, ¿qué importancia tiene que jugar la filosofía en el mundo contemporáneo?

R: A mí me parece que sobre todo en el ámbito educativo, la filosofía, que aparece en torno a los 16 ó 17 años, ya en Bachillerato, es fundamental, porque los chicos a esa edad están en un proceso de búsqueda, que no es la búsqueda de las materias científicas; es decir, el chico está en la búsqueda del sentido de su existencia. Esas inquietudes están en el fondo de cualquier ser humano, solo hay que hacer las preguntas importantes y adecuadas. Por ello creo que la filosofía ocupa un lugar muy importante, porque es la única disciplina capaz de recoger esas cuestiones y establecer un entrecruzamiento con el resto de los saberes. Los saberes por su carácter positivista suelen estar parcelados en esferas muy concretas y la filosofía tiene esa capacidad de entrecruzar los saberes para intentar dar respuesta a estas cuestiones. Un mundo sin filosofía, sin teorías… la teoría es el conjunto de ideas que da sentido a lo que se está haciendo o que explica lo que se está haciendo.

P: Esa separación absoluta que ha habido entre las letras y las ciencias, nos está dañando un poco a todos, ¿no?

R: Sí, sin duda. Ahora estoy leyendo y trabajando sobre una cosa de Leonardo da Vinci y ahí se da un poco esa continua síntesis. Hay analfabetos de letras y analfabetos de ciencias. La ciencia nos da soluciones para movernos por la casa en la que hablamos y la filosofía intenta darnos respuestas. Además, cuando una persona sabe preguntar bien, después casi vienen las respuestas. El científico que descubre algo es el hombre que se hace la pregunta adecuada y después viene la búsqueda de la respuesta. Pero hasta que no nos hacemos la pregunta, pues no nos ponemos en búsqueda.

P: ¿Es posible encontrar la poesía en cualquier objeto?¿se puede hacer poesía de cualquier objeto?

R: Eso ha sido una lucha que yo he tenido con mis alumnos sobre escribir un libro de cuentos que se llama El paraguas poético. La poesía no es tanto rimar o escribir con palabras extrañas, sino es mirar el mundo desde una perspectiva con la que seamos capaces de ver todo el esplendor que tienen las cosas. Las cosas sencillas, las cosas concretas, si se miran desde otra perspectiva, si somos capaces de salir de la rutina cotidiana, es posible ver un esplendor y ese esplendor es lo que llamo lo poético. Sí debemos detenernos a veces en algún momento a pensar qué cosas cotidianas tienen valor poético, además del valor de uso.

Texto de Vanesa Moreno y entrevista de Vanesa Moreno

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