Traspasar el umbral de la Catedral de Cuenca es siempre una fuente inagotable de experiencias. No existe la posibilidad de repetir la visita. Cada día es una nueva Catedral la que nos espera tras la puerta.
Dejamos fuera las preocupaciones temporales y nos sumergimos en una dimensión nueva, plena de espiritualidad, de luz, de historia, de música o de arte. Cada vez que nos adentramos en este lugar donde se yuxtaponen el pensamiento, el talento y la creatividad de las mentes más interesantes que nos precedieron a lo largo de los siglos, no podemos menos que notar y revivir muchos de esos momentos y sentirnos parte de algo, una parte ínfima, minúscula, pero parte al fin y al cabo.
En esta ocasión nuestros pasos emocionados nos llevan hasta la Capilla del Sagrario que está siendo restaurada en estos momentos. Cruzamos la entrada y preguntamos por ella, como si tuviéramos dudas de dónde está o como si alguien la hubiera cambiado esa noche. Para llegar a ella hay que atravesar la catedral de punta a punta por los pasillos de luz del mediodía primaveral con la certeza de que en ese momento en algún rincón del templo se está produciendo un fenómeno lumínico único en el año. Mientras esperamos a nuestro anfitrión nos detenemos ante lo que se pensaba que era un San Andrés y la restauración lo convirtió en un San Serapio, ese mártir inglés que estuvo primero al servicio de Ricardo Corazón de León y después formó parte de las filas de Alfonso VIII. Acabando su ajetreada vida martirizado en el norte de África de una manera a la altura de la película más tremebunda.
Desde aquí ya vemos nuestro destino, la magnífica reja de Juan Díaz de los Herreros que no impide que las primeras figuras de Vargas se escapen de la capilla e inunden el techo de la Girola como aperitivo de la imaginación desbordante que nos espera al cruzarnos. Tenemos la sensación de que viviremos un momento especial.
No tenemos la sensación de entrar en una Capilla, sino en una Iglesia anexa a la Catedral, una Iglesia en la que encontraremos balcones de trampantojo, puertas que son meramente decorativas y en el altar y sus pequeñas capillas laterales se encuentran cubiertas para evitarles los riesgos de la restauración. Ocupando prácticamente toda la capilla nos encontramos con un inmenso andamio circular del que no vemos el final como si estuviéramos dentro del cuento de las habichuelas mágicas. Este impresionante andamio realizado por Jesús Cañas con sus escaleras, sus pasillos, sus pisos, sus rellanos es la puerta ideal para introducirnos en el mundo creativo de Andrés de Vargas, el autor de las pinturas objeto de la restauración. Comenzamos a subir las escaleras y pronto dejamos a nuestros pies, escondida tras una gran lona a la Virgen del Sagrario, titular de la Capilla y patrona de la Catedral, ahora es una imagen del siglo XVII que guarda en su interior la imagen de bulto románica de la original Virgen del Sagrario que llegó a Cuenca a lomos del caballo del mismísimo rey Alfonso VIII y que forma parte junto con el Calvario que se conserva en el museo Diocesano y el pendón real de las huellas fundacionales de Cuenca como ciudad castellana.
Seguimos subiendo pisos y pisos, hasta llegar al primer tambor, donde empezamos a descubrir a través de las luces de los vitrales de Henri Dechanet las imágenes abocetadas, llenas de colores y contrastes del maestro Vargas. Un par de pisos más arriba nos esperan Miguel Ángel Albares, Capellán Mayor y Director de la Catedral de Cuenca, y Mar Brox, que dirige el equipo de restauradoras que bajo la dirección de Luis Priego están devolviendonos la posibilidad de volver a sentir de nuevos los efectos asombrosos y fantásticos de ese paraíso que nos legó Andrés de Vargas y que muy pronto podremos disfrutar, eso sí, visto desde abajo.
Allí arriba, bajo la cúpula de angelitos y Virtudes, de Arcángeles canónicos y apócrifos, sintiendo la luz de Dechanet a la altura de los ojos y viendo sin entender del todo los misterios que encierra la obra y sintiendo que vivimos un momento único que contaremos muchas veces, iniciamos la conversación con Miguel Ángel Albares y Mar Brox. Disfrutadla como nosotros lo hicimos. Volveremos, si nos dejan.
Créditos:
- Dirección: José An. Montero
- Grabación y montaje: Javier Tébar
- Fotografía: Sylvia Bernabé y Fran J. Somoza
- Entrevista: Alicia Caballero Salamanca
- Texto: José An. Montero
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Queridos amigos. Un vídeo espléndido y un artículo impecable!
Encantados de trabajar con vosotros!
Mil gracias,
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