
El Parador de Cuenca ayer se transformó en un pub de New Orleans con aires flamencos gracias a Benavent-di Geraldo-Pardo y a The Teacher’s Band Trío. Un éxito más de Estival 2020.
El viento de la tarde obligó a que las pruebas de sonido se prolongasen hasta las ocho y media pasadas, antes que la dulce música del piano de José Ángel de Lerma y del saxo de Pepe Mencías pudieran dar comienzo a la velada jazzística de esta edición de Estival Cuenca. Unos pocos minutos después, Pedro Miguel Valero en la batería, completa el trío The Teacher’s Band.
Los tres músicos conquenses, de vestidos de negro y vaquero, interpretan temas jazz, latin, swing y blues con el Casco Antiguo de Cuenca como escenario. Para estos profesores, cuya profesión ha dado el nombre al grupo, es el octavo año en consecutivo en los escenarios de Estival con un variado repertorio instrumental.
El homenaje a Ennio Morricone enciende las sonrisas detrás de las mascarillas. Algunos pies y unos pocos abanicos acompañan el ritmo mientras una brisa trae algo de alivio al caluroso día. Un entorno y una música ideal para el tradicional pincho estivalero del Parador, que este año las medidas de seguridad de la nueva normalidad han hecho imposible. Pero la magia de la música hace que podamos sentirnos con un Sazerac en la mano, escuchando Jazz al atardecer disfrutando de este maravilloso paisaje Patrimonio de la Humanidad.

La hora de cenar se acerca, y el plato fuerte de la noche es el trío compuesto por Benavent-di Geraldo-Pardo. Cuando los músicos suben al escenario, y la voz Estival los presenta como “virtuosos del género del Jazz”, las luces de las Casas Colgadas ya están encendidas.
Jorge Pardo, camisa clara y coleta oscura, toca su flauta travesera como si le estuviese dejando el alma en cada respiro. Carles Benavent, camisa negra y coleta blanca, parece bailar con su bajo un Balboa apasionado. Tino di Geraldo es el más joven del los tres, y el único sin coleta. El baterista que siempre parece estar en un segundo plano, toma protagonismo en sus efervescentes solos.
Los foso verdes y rojos dan vida al escenario, creando sugestivos juegos de luz y humo. El barcelonés Benavent regala al público unos minutos del más puro flamenco jazz. Todos se quedan en completo silencio frente a los juegos de su bajo. En seguida, el tolosano di Geraldo se coloca en la parte delantera del escenario para tocar su Tabla y un colorido sonido de lugares lejanos penetra la espina dorsal de los espectadores. Estos, ya completamente mudos, se dejan hipnotizar poco después. El madrileño Pardo toca su flauta travesera mirando hacia el casco, sus notas se caen a la Hoz del Huécar.

Tras los factores, vuelve la suma y el trío vuelve a reunirse en el escenario. La música lo inunda todo y ya no es necesaria la palabra. El público, que volvió a completar el aforo disponible, conecta profundamente con la música y con los intérpretes en un estado de meditación profunda. Al finalizar el concierto, los asistentes, tras las mascarillas, tratan de poner palabras a las sensaciones vividas en un concierto de una calidad musical soberbia.
Artículo de Marta Cigliutti con fotos de Marta Feiner que fue publicado el día 31 de julio de 2020 en Las Noticias de Cuenca.