Félix Albo atendió gustosamente a la llamada de la librería del tiempo

Crear un cuento es contar a través de una historia, una ilusión surgida de la nada en un determinado momento. Por eso las personas que se dedican a la profesión de cuenta cuentos deberían ser considerados por encima de todo ilusionistas y creadores de arte.
Eso es lo que lleva haciendo el narrador y escritor de libros Félix Catalayud, más conocido como Félix Albo, desde hace ya más de 20 años. Nacido en Albaida (Valencia), el 21 de diciembre de 1972, no se acuerda de la fecha exacta de su primera publicación, intuye que sucedió entre 1997 y 199. Lo que sí queda constancia es que desde tiempo atrás ya se dedicaba al tema de la oralidad.
Bajo la creación del grupo Albo, de ahí su nombre artístico, inició su andadura junto a Toni Mira y Pablo Pérez mediante la narración de historias y realización de proyectos relacionados con la educación medioambiental e intervención social, siempre desde un punto de vista educativo. Los institutos se convirtieron en el primer gran escaparate de lo que más tarde pasaría a llenar escenario tras escenario. Así da los primeros pasos en este divertido y apasionante mundo.
Su faceta escritora comienza con la obra Cuentos Contados, realizada junto con su compañero de relatos Pablo Albo. En ella podemos observar la recopilación de los escritos reproducidos por los propios protagonistas, además de incorporar vía CD los diferentes directos con las reacciones de los públicos. Comenta que le guarda muchísimo cariño “por la belleza del contenido”, resalta que la ilustración corrió a cargo del gran Pablo Auladell y que fue prologado por el canta autor argentino Rafael Amor, cosa que le llena de orgullo.
La primera puesta en escena como cuenta cuentos sucedía en el año 1994 y fue dirigida a un público adulto, este hecho supuso un punto de inflexión en su brillante carrera. “Sencillamente me enamoré porque uno en su infancia está dispuesto a jugar, imaginar, soñar y eso es precisamente lo que encontré, los adultos dicen que son serios, yo sigo siendo un niño”. A parir de este momento tuvo claro que quería relatar historias, “los cuentos me hacen reír al margen de las normas establecidas y sin hacer daño a nadie”
Todas sus actuaciones están llenas de humor y emoción, “por suerte me han acompañado durante toda mi vida, muchas veces una risa me ha salvado de situaciones complicadas”. Su mediterránea tierra natal influye en el carácter, “tenemos una forma de vivir diferente, una luz especial, el mar, la arena, salir a la calle…, todo marca a la hora de tratar las cosas con cierta ternura”. Se siente muy identificado con las tradiciones de su lugar de origen, por lo que nunca pierde esa esencia tan característica.
La mayoría de los personajes empleados en las diferentes actuaciones tienen un carácter reivindicativo, “suelen ser perdedores a los ojos de una sociedad productiva como la que tenemos actualmente”. Hablando en estos términos podemos considerar su trabajo como de poco válido, pero nada más lejos de la realidad, nadie discute la importancia del arte en estos tiempos convulsos. Para resaltar este asunto Félix Albo recomiendo clásicos como Frederich y resalta toda la oferta cultural establecida en las redes durante el periodo de confinamiento.
De todos los libros narrados siente especial pasión por el Árbol Generoso de Shel Silverstein, “cuando lo descubrí me sobrecogió”, también menta la novela gráfica Inmigrantes y la obra El Pato y la Muerte. “Cuando lees estos tres libros sientes un verdadero run run por dentro, son para contemplarlos y leerlos detalladamente, los considero auténticas maravillas”.
Actualmente se encuentra realizando una gran gestión cultural mediante festivales como De Palabra, celebrado en Cuenca y relatos narrativos en la localidad ciudadrealeña de Herencia, aunque es en su espectáculo el Pipiripao donde verdaderamente tiene loco a niños y mayores mediante la creación de divertidas historias humorísticas. Un cuento convertido en realidad.