
La «música degenerada (entartete musik, en alemán)» era el swing, el jazz, el blues, el tango. Era la música rechazada por el régimen nazi. La música de los negros, de los judíos, de los romaníes. La música que tocaban desconocidos en los guetos, o a escondidas en los barracones, como agradeciendo estar vivos. Era la música que se interpretó en el gueto de Varsovia en 1943, durante el levantamiento, mientras se cantaba «judíos, tomad las armas antes de ser enviados a Treblinka, mejor morir en la lucha».
Los nazis arramblaron con ella. La convirtieron en fanfarrias, en marchas militares, francesas, para hacer el trabajo más deprisa en los campos de concentración. En canciones que no recordasen a nada más que a la guerra, al trabajo esclavo y a la muerte, si no seguían de pie. Convirtieron la música y a los músicos en sus esclavos, a los que hacían tocar durante todo el día para acompañar los trabajos de los demás. Músicos a los que ponían a tocar en la puerta de Auschwitz como máximo hasta los siete grados bajo cero, para que la madera de los instrumentos no cediera ante el frío. Muchos de estos se salvaron por pertenecer a orquestas en los campos de concentración nazis. Otros, no tuvieron tanta suerte.
En cualquier caso, «la música es invulnerable», decía Anita Lasker-Wallfisch, superviviente del Holocausto. Por eso, hoy en día podemos seguir recordando a aquellos que la cantaban, la tocaban, y sobre todo a los que murieron con ella de fondo.
El 27 de enero es el Día Memorial del Holocausto y con este motivo, los hermanos del dúo Metha, han convertido un concierto en memoria de las víctimas en una clase magistral de Historia. Para reflexionar.
Como músicos e investigadores han llevado a cabo un trabajo en diferentes campos de concentración y guetos polacos para entender la vida de la música en un contexto tan oscuro. Recopilar nombres, historias y composiciones da como resultado un repertorio que va desde las transcripciones de obras clásicas hasta obras de artistas anónimos. Y que atraviesan todos los estilos. Pero que, puestas en contexto con sus autores, hacen que cobren sentido.
Una forma de acercarnos a la importancia de no repetir nuestros errores pasados.