
Coordinadora de las residencias artísticas de LoMon Contemporánea y concejala de cultura del ayuntamiento de Valle de Hecho (Huesca), en la que artistas y vecinos colaboran de forma estrecha, como en el nuevo trabajo de Lorena Álvarez Lorena Álvarez y los Rondadores de la Val d’echo, resultado de una de estas residencias.
El Val d’Echo entró con fuerza en el mapa artístico con la celebración entre los años 1975 y 1984 del Symposium Internacional de Escultura y Arte del Valle de Echo, el primero y único que se celebró en España dentro del movimiento internacional “symposia de escultores” iniciado por el autríaco Karl Prantl. En este valle pirenaico el escultor Pedro Tramullas amplió el modelo, convirtiéndolo en un modelo pluridisciplinar donde estuvieron representadas todas las artes.
Treinta y cinco años después, en 2019, LoMon Contemporáneo recogió el testigo creando un festival y una residencia artística donde se reúnen y entremezclan música, poesía, artes plásticas o fotografía. Desde entonces artistas como Lorena Álvarez, Begoña Ugalde, Mariam Kvirikashvili, Nacho Arantegui, José Luis Parra o Inés Villa han compartido su proceso creativo con los vecinos y visitantes de la comarca.

¿Cómo surge LoMon Contemporáneo?
Queríamos recuperar el espíritu de cultura y arte contemporáneo que se nació con el Symposium de los años setenta y ochenta, que fue muy transformador para el valle. Fueron unos años en el que mucha gente de diferentes nacionalidades trabajo en el valle durante años. Imagínate un pueblo pequeño de los Pirineos en los años setenta donde había japoneses, alemanes o franceses con la gente de aquí.
La semilla de LoMon Contemporáneo ya se quedó plantada en los 80 y ha sido mucho más fácil ponerlo en marcha porque todo lo que dejaron los artistas del Symposium ha servido ahora. Quisimos recuperar ese espíritu poniendo en marcha este proyecto desde la concejalía de cultura, para lo que conté con la ayuda del cineasta Martín Gutiérrez, que también es cheso, como yo.
Un proyecto basado en la convivencia con la Naturaleza, pero también con la gente del Val d’Echo.
Ese es el rasgo más característico de LoMon Contemporáneo. Además de los proyectos artísticos de las personas que pasan por aquí, se crean muchos vínculos con la gente del lugar. Intentamos que los artistas convivan de verdad con la gente del pueblo y trabajen juntos, para ello buscamos gente del pueblo que se implique en el proyecto de cada artística. Además de empaparse del entorno natural, de la Selva de Oza, de Aguas Tuertas o los Ibones, queremos que los artistas compartan tiempo con la gente de Echo.
Una vinculación planteada ya desde las propias bases de la convocatoria…
Para ser seleccionados, los proyectos tienen que estar vinculados a nuestro entorno natural, nuestra cultura, nuestras tradiciones, así como la lengua que nosotros hablamos aquí, el cheso, una versión del aragonés. Estas bases hacen que los proyectos tengan mucho que ver con los habitantes y muchos de ellos trabajan con gente aquí.
¿Una relación que se mantiene en el tiempo?
Se queda y se expande a nivel nacional. Al final se crea una vinculación especial, por ejemplo Lorena Álvarez en su gira, utiliza una camisa de chesa en sus conciertos que le ha prestado una chica de Echo. Es solo un ejemplo de la cercanía que se crea entre los artistas y la gente del valle. Para nosotros es un lujo que ocurran estas cosas.
¿Qué sinergias se generan entre los artistas participantes?
Depende más de las personas que de las disciplinas. Todos los años ha habido muy buena relación entre los artistas participantes aunque, como es lógico, siempre hay más afinidad entre unos y otros. El año pasado, por ejemplo, dos de los artistas tuvieron una gran conexión y colaboraron entre ellos. Las colaboraciones surgen de manera espontánea.

¿No debe resultar fácil apostar por el arte contemporáneo en un pueblo tan pequeño?
Fácil no es. El primer año costó un poco y hubo gente que no lo entendió muy bien. Hay artistas que son más fáciles de entender, pero hay otros muchos más conceptuales y quizá son más difíciles de comprender qué es lo que quieren mostrar, también hay gente que dice “esto también lo haría yo”. Eso ocurrió y ocurrirá, pero hay que tirar hacia adelante cuando crees en algo. Lógicamente es mucho más difícil organizar una residencia artística que una verbena en la plaza del pueblo.
Pero no nos podemos quejar, hemos tenido más satisfacciones que palos. Pero sí que hay día que te preguntas ‘¿qué hago yo aquí?’ ‘¿Por qué me estoy matando por algo en lo que la gente no cree?’. Pero te das cuenta que hay mucha gente que sí que cree y que le gusta que pasen estas cosas en el entorno rural. Solo por eso hay que seguir aunque de vez en cuando te lleves una zancadilla.
El mundo rural vive un momento de innovación creativa.
Es que en los pueblos no solamente hay folklore, aquí no solo se toca la bandurria. Se pueden hacer muchas más cosas, y lo dice una amante total del grupo folklórico de La Val d’Echo, que es increíble. Pero hay más, mucho más. Hay que reivindicar esa creatividad y ponerla en valor.
Si en los años 70 y 80 ya se hacía, ahora en 2022 hay que continuar y apostar por la gente que se tira a la piscina y hace estas cosas, porque no es fácil. Ser programador cultural de arte contemporáneo a veces es muy complicado, pero ser artista ni te cuento. Ser artista plástico o hacer videoarte es muy difícil y conseguir vivir de ello es casi imposible.

Artículo de Elena Satué e Inés Villodre para La Circular