Una visión inferior de una dimensión ulterior (*), en el Patio Herreriano

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(*) txt imperfecto sobre la exposición ‘Una dimensión ulterior. Aproximaciones a la escultura contemporánea en España’ puede visitarse en el Museo Patio Herreriano hasta el 13 de octubre de 2019. 

Fragmento de un Tótem de Fernando García

Paseo por las salas del Patio Herreriano. Reconozco mi ignorancia al respecto. La mayoría de las piezas me producen indiferencia y hastío. No soy capaz de ver más allá de los juegos intelectuales. Alguna de ellas ha tenido que incorporar el cartel de «Pieza en exposición», para subrayar su cotidianeidad. Una especie de selección aleatoria de un fragmento del mundo convertido en arte. 

Sumergido en la comodidad de la ignorancia, el pensamiento camina por cuestiones más prosaicas, por los pequeños caminos de lo cotidiano. Mis preocupaciones versan sobre cómo mantener el aire dentro de ese colchón amarillo aprisionado en la pared o en cómo almacenar, trasladar y recomponer el montón de escombros entre exposición y exposición. Cómo conservar el pan que corona los tótems de Fernando García y cómo poder moverlos de un lugar a otro sin que se descompongan los ramilletes de hojas secas.

Habituados al gigantismo público de la escultura de rotondas, en estas piezas casi cotidianas, nuestro cerebro duda de lo que está viendo y no quiere pecar de banal. Duda si realmente está viendo una especie de peluca rubia construida con trozos de manguera amarilla o sigue siendo su ineptitud la que lo engaña. Hay momentos en que únicamente la confianza en la competencia de los comisarios sujeta mi andamiaje cerebral. 

‘Naturaleza: origen, esplendor, residuo’, es el lema de la Sala 5, leemos en la hoja de sala “en un espacio que visibiliza la tensión entre las lecturas totalizadoras de la naturaleza y la condición fragmentaría y difusa a la que la empuja la tecnología y la líquida deriva de nuestro tiempo”, entonces caemos de golpe en el universo de Adolfo Schlosser, piezas que desde la madurez de sus casi cuarenta años, se han convertido casi en clásicas. 

Muy cercana a ellas, cuatro pequeñas obras entre la escultura y la pintura, obras realizadas con cemento todavía fresco sobre pladur. Forman parte de la serie ‘Cada día parece más otra cosa’ creada este mismo año. Acudo de nuevo a la hoja de sala: “Juan López, quien acude a la tipografía, que fragmenta, retuerce y recompone, en su caso por medio del cemento. Las imágenes que aquí muestra tienen algo de balbuceo, con letras que no acaban de ser o que tal vez fueron alguna vez, convertidas en una abstracción en la que la voz no acaba de desaparecer”

Cinco salas para una muestra que evoca una muestra que remiten a la mítica ‘Cuatro dimensiones’ celebrada en 2003 en un recién nacido Patio Herreriano y tratan de mostrar que ha sido de la escultura española desde ese 2003 hasta este 2019. Una escultura española, al menos la aquí presentada, que parece haberse alejado del gigantismo y esconderse en los pliegues de lo cotidiano. Han sido tres lustros que arrancaron en plena locura de la construcción y de los museos de arte contemporáneo. Años que después se hundieron en una crisis que eliminó el dinero público del arte que se refugió para sobrevivir en los espacios alternativos y low cost. Tiempos que una vez superada, a medias, la crisis económica, nos ha sumergido en una crisis existencial posthumana y digital de la que solo alcanzamos a ver el borde. Una muestra, que ante todo, nos deja dos cosas en los bolsillos. La infinitud de la escultura como expresión viva y nuestra falta de solvencia para tratar de entender la dimensión de todas estas dinámicas artísticas en constante movimiento. 

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