
La palabra metamorfosis es usada para referirse a los cambios físicos que sufren, principalmente, muchos insectos y anfibios. Joaquín no es ni un insecto ni tampoco un anfibio, pero también ha sufrido una metamorfosis, o varias. Sí, las personas también la pasamos, por lo menos, una vez en la vida al igual que la varicela.
Se supone que la metamorfosis es un proceso natural, pero Joaquín ha ido más allá. Su primer concepto fue hacer estallar los robots, porque ellos también se pueden partir en pedazos, aunque no sea por amor. Lo hace invirtiendo la fórmula: él quiere adaptar el robot al artista, y no el artista al robot. Para él estos artilugios son más fáciles de manejar que las personas, por ello, procura estar rodeado de ellos.
En su momento, surgió el concepto humanismo, donde se daba valor al hombre por la posesión de capacidades intelectuales potencialmente ilimitadas que poseía. Estas capacidades ilimitadas lo van a ser aún más si fusionamos tecnología e inteligencia humana y creamos el concepto del siglo XXI: el posthumanismo. Es aquí donde surge el debate de: ¿llegaremos a la deshumanización a través de la tecnología?
Es irónico, pero la amenaza que hasta hace poco existía sobre que los robots cada vez se asemejan más a los seres humanos, se está esfumando. Ahora son los propios humanos quienes se convierten en robots.
Este encuentro producido con el mundo robótico nos hace introducirnos en una reflexión quizás un poco perversa. La lucha entre los robots y ser humano quedará atrás con los cyborgs, la entidad perfecta para Joaquín Díaz. Hay decenas de películas de ficción basadas en estos híbridos que están compuestos de elementos orgánicos y dispositivos tecnológicos. Aunque se pueden dejar de considerar películas futuristas porque ya tenemos cyborgs viviendo entre nosotros. Uno de ellos es Neil Harbisson, un compositor británico y criado en España, que vive su día a día con una antena adherida a su cabeza, la cual le permite recibir imágenes, vídeos o incluso llamadas, que van directas a su cerebro.
Nuestro artista Joaquín también adhiere unos sensores a su cuerpo que envían parámetros constantes a su ordenador, convirtiéndolo en un cyborg por unos minutos, o incluso horas. Según los parámetros que envía su cuerpo a través de los movimientos que realiza, puede modificar las ondas sonoras que se escuchan de fondo. Así lo ha demostrado en su performance. Para él, esto solo es el principio ya que piensa que puede ir más allá; por ello se encuentra sumergido en una profunda investigación de la cual intenta no desviarse.

Con esto, pensamos que existen tantos motivos por lo que agradecer como lamentar los grandes avances que va produciendo la tecnología tanto en nuestro cuerpo, nuestra forma de vida, nuestro entorno… Se acercan tiempos insólitos y la cruda realidad es que la mitad del planeta ni siquiera es consciente. Somos personas llenas de desidia y pereza, a la vez que también somos seres tan destructivos como constructivos, y tan llenos de ignorancia como de capacidad para acabar con nuestra propia especie.
Redactado por Sukaina Benomar y Lydia García. / Fotografías: Sukaina Benomar