Hace siete años, por las calles de las futuristas ciudades decoradas con escaparates y coches, poco menos que voladores, no era extraño ver a visionarios barbudos con carteles colgados del pecho que vaticinaban el fin del mundo en 2012. Cuando vieron que esto no pasó colgaron sus carteles de “2012: fin del mundo” y se pusieron los de “2013: fin de los libros, las imprentas, las bibliotecas, los quioscos, las estanterías con enciclopedias Salvat, las ediciones especiales de los clásicos de la literatura española que regalan con “EL PAIS” los domingos, los periódicos en la puerta de casa y las …