Leyó las páginas de tres en tres: el tronco adelantado, los brazos inertes a lo largo del cuerpo, la boca entreabierta. Pero al llegar al segundo informe, su respiración empezó a agitarse y se detuvo para tomar aliento. Estaba claro, la España vaciada podía decidir por primera vez unas elecciones generales. En su mesa no había un cartel que pusiera «Dimas Reglero. Publicista». Respiró hondo y se acarició sus tupidas barbas. No recordaba cómo olía un pueblo. Se preguntó a sí mismo cómo podría convencer a aquellos tipos de que votaran a su candidato. No sabía si la propaganda al …