
Conversamos con Rogeli Santamaría sobre la función ecosocial que cumple la educación rural
Quizá de lo único que se trata es de deconstruir lo que antes se conoció como cambio. Durante los años 70 del pasado siglo, en España se dieron numerosas concentraciones en contra de la educación que se estaba produciendo en el país. Pero no, no tenía nada que ver con los contenidos, ligados profundamente al régimen franquista de esos años, sino a la necesidad de unificar las escuelas para que los profesores tuvieran una mayor facilidad a la hora de trabajar. Esta idea coincidía con los modelos que se habían seguido en otros países más adelantados.
Rogeli Santamaría, Inspector de Educación Experto en Escuela Rural, habló del papel de la escuela rural y su contexto durante la Semana Universitaria del Optimismo Rural en Tragacete el pasado verano. Ante la idea previamente comentada, el inspector dejaba claro que se trataba de una verdad a medias. Santamaría asegura que no es cierto que “cuánto más grande sea la escuela más fácil es trabajar en economía de escala”. Además, desmiente que en este tipo de educación “cada maestra atiende alumnos de la misma edad y con los mismos conocimientos”. Lo cierto es que cada alumno avanza a su ritmo y que no todos tienen las mismas capacidades de aprendizaje.

Por este motivo, las cifras de los últimos años afectan tanto a la educación y, por ende, al resto de la sociedad. Mientras los colegios urbanos acogían cada vez a un mayor número de alumnos, las escuelas rurales se convertían en aulas unitarias o, en el peor de los casos, cerraban por falta de alumnos. Por suerte, la tendencia que se esperaba sobre el éxodo rural desde 1950 no ha cumplido con los datos esperados. Si se hubiera respetado la tendencia, en 2021 la población rural conformaría el 10% de la población nacional. Sin embargo, en la actualidad sigue siendo el 20% de la población la que habita en localidades de menos de 10.000 habitantes. Ante estos datos, Santamaría deja claro que “acabar con la población rural es difícil y tiene una complicación para el resto de la sociedad”.
Sin población rural, el futuro del resto sería bastante preocupante. Al fin y al cabo, este 20% de la población se ocupa de los campos, del agua y del entorno natural del país. Los terratenientes son los que protegen y cuidan el alimento y el medioambiente del resto. Y, aun así, según Paulo Freire, la población rural tiene la percepción de oprimida. Lamentablemente, esta idea se confirma al ver que lo rural tiene menos oportunidades que lo urbano. Uno de los ejemplos al hablar de desigualdad es la educación, donde se refleja que hay mucha más cantidad de población sin titulación en los pueblos que en las ciudades, explica el inspector Santamaría.
La falta de titulación no se debe a que la educación rural sea de peor calidad que la del resto, sino a la falta de medios. En las zonas rurales hay muy pocos institutos, lo que obliga al alumno a tener que desplazarse durante todos los días a su ciudad más cercana. Rogeli Santamaría explica que “antes de que se aplicase la LOGSE en secundaria había pocos institutos en zonas rurales y muchos alumnos abandonaban sus estudios”. Desde 2004, se han creado nuevos grados medios en las zonas rurales, pero este tipo de estudios se han potenciado muy poco.
Estos datos negativos en relación con la escuela rural han provocado muchos prejuicios sobre este tipo de centros. Incluso, en muchos casos, las buenas calificaciones de los alumnos en zonas rurales han sido ocultadas por superar las expectativas. Pero lo cierto es que la escuela rural tiene muchas ventajas.
En primer lugar, siempre ha sido innovadora. Ello se debe a la dificultad de trabajar con distintos niveles, sobre todo a la hora de plantear nuevas actividades de enseñanza. Además, Santamaría explica que “la escuela rural favorece la inclusión y la integración, la educación personalizada y una relación de tú a tú. Toda la comunidad ayuda a educar y el maestro o la maestra, al trabajar en esa escuela rural, también se educa y se forma como docente”. Es decir, la escuela crea una retroalimentación continua con el resto de la localidad.
En este punto, este tipo de escuela puede ser un punto fuerte en la transición ecológica que se vive actualmente. ¿Cómo? Rogeli propone que hay que “trabajar las actitudes medioambientales de respeto al entorno, a los mayores, a los animales, respeto propio y sobre todo al arraigo al medio. De esta manera, los jóvenes tendrán creado un arraigo y un sentir positivo ante su pueblo”.
Hay estudios que demuestran que los niños menores de doce años son más susceptibles a la educación ambiental y al fomento de actitudes sanas para el medioambiente que en el resto de edades del ser humano. Por eso Santamaría le otorga tanto protagonismo a la escuela, porque es un pilar fundamental a la hora de construir unos nuevos valores sociales más respetuosos con el planeta.
Para la transmisión de estos valores, Santamaría pone en cuestión el papel de la mujer en el mundo rural: “La UNESCO hace 30 años evidenciaba que las mujeres tienen un gran protagonismo en la transmisión de valores. Por ello, hay que aprovechar el potencial de las mujeres en todos los lugares, pero sobre todo en las zonas rurales. En educación también, pero no como maestras, sino como educadoras para enseñar y transmitir dinámicas que puedan ser positivas”.
Ante todos estos retos a los que se enfrenta el entorno rural, Rogeli Santamaría propone crear unos Objetivos de Desarrollo Sostenible en los que éste se encuentre integrado porque los planteados actualmente se están dejando “a población que puede tener índices de marginación, de opresión o de desventaja”. Además, las zonas rurales, con sus propias batallas por librar puede ser un amigo del cambio. Tal como lo explica el inspector, es necesario que “la escuela de las zonas rurales se implique en el conocimiento del entorno y haga que la gente lo quiera. Por eso es necesario un Pacto Educativo o un Plan de Escuela Rural a nivel estatal”.
El cambio hacia un mundo más sostenible comienza en las escuelas, como todo cambio social. Solo por eso es necesario crear políticas que eliminen las desigualdades entre poblaciones rurales y urbanas. Darles a cada una su valor y seguir innovando por un futuro mejor.
Este artículo de Elena Satue con fotografías de Javier Maroto ha sido realizado por La Circular en colaboración con la Fundación Los Maestros. Todos los contenidos publicados en colaboración con la Fundación Los Maestros son de uso libre con cita. (CC-by). Acceda al Resumen de la Licencia | Acceda al Código Legal