
Para el mundo occidental, el primer hombre en embellecer las palabras, el primer poeta, el primer escritor fue Homero, quien data del siglo VIII a.C., mientras que la primera poetisa, Safo de Lesbos, no apareció hasta el año 650 a. C. en Grecia. “El Cantar del Mío Cid”, “La Divina Comedia” y “Decamerón” ya habían sido escritos cuando en Venecia apareció la primera mujer en ganarse la vida como escritora profesional, Christine de Pizan. Entonces, ¿es necesario hablar del día de la escritora? Esta festividad se celebra el 17 de octubre e inició en España en el 2016 por la necesidad de conmemorar el papel de la mujer en la literatura y también para combatir la discriminación que ha sufrido el género femenino a lo largo de la historia.
“La mujer que escribe es un error de la naturaleza” le dijo el escritor español José Zorrilla a la apasionada poetisa cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1853. El dramaturgo y miembro de la Real Académica Española creía fielmente que la mujer era hermosa, de voz dulce y movimientos mesurados, pero que estaba destinada a la contemplación y alabanza de las grandes hazañas que ejecutaban los hombres. Hasta en tres ocasiones la Real Academia Española (RAE) rechazó la postulación de Emilia Pardo Bazán, poetisa y periodista española, argumentando que las señoras no podían formar parte de esa institución.
“Esa mujer es muy inteligente, excesivamente inteligente para ser una fémina”, exclamó Lord Henry Wotton, uno de los personajes principales de “El retrato de Dorian Grey”, obra cumbre del escritor irlandés Óscar Wilde. Afortunadamente, han existido mujeres que lograron escaparse del sistema autoritario en el que se encontraban. Por fortuna han existido mujeres revolucionarias y románticas, capaces de ser partícipes del gran cambio que se veía venir. Reconforta la existencia de mujeres sabias que manifiestan y luchan por los derechos de sus iguales, ya sea como activistas o como escritoras, tal es el caso de Alice Munro, Premio Nobel de Literatura en el 2013.
A los ochenta y dos años, la cuentista canadiense se convirtió en la decimotercera mujer en ser galardonada con el más alto reconocimiento para los profesionales en el mundo de las letras. La Academia Sueca la calificó como «maestra del relato corto contemporáneo» y además enfatizó en su «armonioso estilo de relatar, que se caracteriza por su claridad y realismo psicológico».
En “Las Lunas de Júpiter”, la premio nobel se distingue porque los personajes de sus cuentos siempre son mujeres. Ellas viven en pueblos alejados de la ciudad, ensimismadas en la rutina y a la espera de un hecho impactante y apasionado que les dé un giro a su vida. Si se leen sus escritos bajo una mirada clásica y superficial, se creerá que la homogeneidad ha invadido la obra. Pero a este libro se le define por la transición de las personalidades de sus protagonistas a lo largo de cada relato.
Tanto en “Alga Marina Roja” como en “El autobús de Bardon y Accidente” (cuentos pertenecientes a Las Lunas de Júpiter) se habla del amor realizado, de las pasiones ocultas en los lugares menos esperados y de los engaños, esas tragedias amorosas impredecibles e imparables que muchas veces pasan desapercibidas ante los ojos de la gente corriente. No importa si la protagonista es una profesora fracasada, una mujer sin trabajo o ama de casa, Munro encuentra la forma de resaltar la personalidad de cada una de ellas sin dar un perfil explícito de sus personajes.
Conocer la metamorfosis de la conducta de una mujer a través de una obra escrita por otra es una compensación más de los relatos de Alice Munro. La literatura es tan amplia como el mundo mismo y una celebración como la del 17 de octubre amplía el abanico de historias que con las palabras se pueden contar. «Aún queda muchísimo por escribir», declaró la escritora Laura Freixas, presidenta de Clásica y Moderna, asociación que junto con la Biblioteca Nacional de España y la Federación Española de Mujeres Directivas situaron esta festividad en el calendario.